Como estaba previsto (y estaba previsto en la Constitución del 78) Felipe de Borbón se convierte en el Jefe del Estado. Se entiende que hayan sorprendido el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo (y no tendrían que haber sorprendido, se suele recoger lo que se siembra). El partido con Holanda, si que sorprendió: tan seguros de ser los mejores del mundo (pero resulta que España no es sólo víctima de esa creencia).

Apenas Juan Carlos abdicó surgieron las opiniones más diversas: partidos que exigieron un referéndum, que por otra parte no sería vinculante y sería el actual Congreso de los Diputados quien administraría ese resultado. Se desaprovecha, por otra parte, la oportunidad de explicar a la ciudadanía qué tipo de república se propone. Como se sabe, en Europa, funcionan diversos Estados republicanos, en algunos (Alemania, Italia) el presidente dispone de tantas competencias como las que tiene el Rey español. Distinta es la República Francesa, presidencialista, diseñada por De Gaulle, que se consideraba el padre de la patria. Y un aspecto interesante en esta cuestión: ¿el presidente sería elegido a través del voto directo o por la Cámara? Es un tema interesante. Si se desea que el sentimiento republicano sea mayoría es indispensable hacer pedagogía. Y no jugar con las palabras: Suecia no es menos democrática, por ejemplo, por ser una monarquía. Una monarquía o una república pueden ser democráticas, o no, en ninguno de los dos casos. Los dos partidos mayoritarios, siguen siendo mayoritarios (se precipitan los que hablan del fin del llamado bipartidismo), decidieron, como estaba previsto, que Felipe fuera Rey. Eso sí, los socialistas se sintieron obligados a recordar que son republicanos, lo cual no tendría que sorprender; hasta Santiago Carrillo y el PC aceptaron a Juan Carlos. En cuanto a los nacionalistas viven esta situación de otra manera. Quieren independizarse del reino de España y desde sus Estados mantener excelentes relaciones con el país al que pertenecieron, sea una monarquía o una república, sea presidencialista o no. En cuanto al PP se trata de una ocasión para aferrarse dogmáticamente a la Constitución, que en su momento la derecha la vivió con más resignación que entusiasmo y ahora les resulta una nueva «cortina de humo» (lo sucedido en Gibraltar ya no cuela y ¿qué pasó con los pescadores del Peñón?

Con Felipe VI en la Zarzuela se habla de una «nueva era», de cambios en las instituciones, que está muy preparado, etcétera. Conviene recordar que según la Constitución el Jefe del Estado no tiene competencias, ninguna, para producir ningún cambio.

Para eso está el Congreso de los Diputados (el Senado es otra historia). Conviene leer el texto constitucional con un bolígrafo en la mano. Según las encuestas la mayoría de la población hoy por hoy prefiere a esta monarquía. Si fuera así un referéndum legitimaría al nuevo Rey, que por otra parte no lo necesita.

En estas circunstancias tan graves, cuando el llamado Estado del Bienestar está siendo destruido ladrillo a ladrillo, se puede suponer que no se verán largas colas en los colegios electorales. Monarquía o república no resolverán el hambre, el paro, los desahucios. Las varitas mágicas existen en los cuentos y no en todos. Lo que es urgente modificar es la política económica que está empobreciendo a toda Europa, también a la del norte. Eso sí es urgente.