Cuando una buena parte de la izquierda dice que el federalismo es la solución para resolver el órdago secesionista del ultranacionalismo catalán, habría que plantearse si éste ha manifestado en alguna ocasión que renunciaría a las tesis separatistas si un cambio constitucional posibilitara la creación de un Estado federal. Me adelanto a responder que jamás lo ha hecho. En todo caso lo considerarían un paso más hacia la secesión definitiva que ningún correligionario planteó antes.

Miguel de Unamuno en artículo publicado en El Sol el 14 de mayo de 1931, justo un mes después de proclamada la II República, expresó un pensamiento brillantísimo que se resume en comprender que el federalismo sirve para unir lo que está separado y no para separar lo que está unido.

Salvando la curiosa y fugaz aventura del canónigo Pau Claris que declaró una llamada República Catalana el 17 de enero de 1641 la cual puso seis días después en manos del rey de Francia Luis XIII al que nombró conde de Barcelona, las propuestas contemporáneas más extremas de los catalanistas, por mucho que también sean infectadas por la manipulación histórica, no llegarían a plantear la secesión total. Así, el 14 de abril de 1931 Francesc Macià proclamó en Barcelona la República Federada Catalana dentro de la República Española, que no fue a más. Y el 6 de octubre de 1934 su sucesor al frente de la Generalitat Lluís Companys estableció l'Estat Català de la República Federal Espanyola. También quedó en mera declaración de intenciones.

Si nos retrotraemos a la I República, aquí las tesis federales tomaron el nombre de cantonalismo y generaron casos más que pintorescos. Jumilla, y no es broma, se declaró cantón independiente en 1873 y amenazó con atacar a Murcia si no lo respetaba aunque deseaba la paz con todas las «naciones» vecinas.

Al respecto cabe decir que Antonio Gálvez Arce, más conocido por Antonete, es considerado el padre de la autonomía murciana en cuya capital da nombre a una importante avenida. Pues bien, este personaje para nutrir las arcas de su cantonalismo, saqueó poblaciones costeras con la ayuda de la flota de Cartagena de la que se apoderó, bombardeando el 27 de septiembre de 1873, desde las fragatas «Numancia» y «Méndez Núñez», la ciudad de Alicante sobre la que cayeron, a lo largo de seis horas, 186 proyectiles, causando sólo ocho muertos por cuanto la población había huido del casco urbano.

En el mundo es cierto que existen muchísimos Estados federales pero en ellos, salvo la Canadá francófona y algunos escarceos como los habidos en la compleja y extensa Federación Rusa, no se dan movimientos separatistas. Es más, el patriotismo que reconoce sin ambages una nación y una bandera, queda bien patente en Alemania o Estados Unidos cuyos territorios no gozan de superior autonomía a la que tiene Cataluña.

Por ello la conclusión nos lleva al principio. ¿Para qué serviría la España federal soñada como panacea? Preguntémosle a Oriol Junqueras o Artur Mas y luego analicemos su validez.