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Francisco Esquivel

El rompecabezas

Las criaturas socialistas de la Europa secularmente ni de coña socialista están que se salen. En Alemania, como es la que parte el bacalao, anda aliada con Merkel para dar un mensaje nítido de que otra política es posible. En Cataluña continúa con el tira y afloja entre el doble alma que alimenta su espíritu camino del exorcismo, a ver cuál de las identidades se impone y, sobre todo, para qué. Al pesoe propiamente dicho le restan dos pelás para quedar todos de nuevo y elegir a otro mandamás. Será por congresos. Después de tanto mirarse el ombligo ya sólo le falta ser capaz de ofrecer algo que saque de pobre al personal. Valen ideas. Y no sé si traer a colación al pesepevé sobre el que deberían estar preparándose simposios porque es digno de estudio. Es más, para los que aspiren a coaching, tendría que ser asignatura obligatoria. De poner en pie el rompecabezas, el problema posterior del profesional será dar con un reto parecido.

El mayor desafío socialista lo encaraban los franceses, con un Hollande que se convirtió en la esperanza blanca al tomar el Elíseo gracias a la promesa de que, con lo que estaba haciéndose, no se iba a ningún sitio. Ya. Que si quieres arroz, Catalina. Hoy tiene a su primer ministro dando hachazos a los de siempre y a él con un índice de popularidad que no lo superan ni Calvo-Sotelo con Landelino Lavilla en plena efervescencia. Para más inri, Valls se ha quedado a gusto infundiendo optimismo a la tropa en su intervención ante el Congreso Nacional del partido: «El PS se encuentra en su peor momento. La izquierda puede morir, la izquierda puede desaparecer. Nuestro país puede deshacerse y entregarse a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las próximas presidenciales». Sobre el impulso propinado por él a la tarea de descoyuntarse, ni mú. Pero por solidaridad, que es lo que les pierde.

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