Los de la rosa y el puño, en Elche, restañando heridas con las mismas curas de siempre, lamiéndose las heridas con las mismas salivas, con gestora que controlan los fabricantes del problema. En Alicante, como siempre, o sea nada. Invisibles a no ser para la gresca, la descalificación, pero del compañero, que todo quede en casa, y ésta para el de siempre. Y mira que los del nido de la gaviota se lo ponen a huevo que diría un castizo. Zaragoza, tocata y fuga, versión vendetta utiliza apertura de puti-clubs para enredar a la alcaldesa; Nino Llorens, uno entre posibles sucesores in pectore, estrechando sus opciones de futuro y presente por Magallanes. Entre unos y otros están convirtiendo la casa consistorial en la de «tócame Roque». Esperando su oportunidad Llopis, el de la otra Rosa. Los otrora comunistas, preparando el asalto al palacio de la casa de la primavera, azuzados por los que vienen por su izquierda, que como sigan así las cosas hasta podrán estar los de Podemos.

Pero lo que pasa en la provincia de Alicante no es más que un fiel reflejo de lo que sucede en la capital del Turia, donde todo va manga por hombro. No salen de un guirigay para entrar en un galimatías. Todos contra uno y uno contra todos. Como casi siempre suele suceder, ellos van a lo suyo, lo nuestro puede esperar. Primero han de terminar su función, con los actos precisos para que sus señorías puedan lucirse en su escenario, el púlpito. Parece que todos faltaron a clase el día en que se explicó la primera regla básica que han de tener en consideración en el ejercicio de la política, en la que el profesor se hartó de explicar que los «políticos están para solucionar los problemas de los ciudadanos, en ningún caso para crearlos». Pero ellos, erre que erre, enzarzados en discusiones bizantinas, en no respetar ni los reglamentos y en sancionar a todo díscolo que se mueva en la foto, jugando al cole.

Unos, los populares con los problemas derivados de las numerosas imputaciones entre sus filas, llevan años sin dar palo al agua, el desierto de sus iniciativas solamente es comparable a la carestía de lluvia en estos lares. Timoratos en reivindicaciones con sus mayores de Génova, desbordados por sí mismos, les ha tocado la pedrea para saldar algunas deudas y menos compromisos. Siguen con sus cambios de quita y pon, tenemos nuevo delegado del Gobierno, el pueblo ilusionado por tal evento. Fabra contentando a todos tras la amarga victoria, buscando continuidad, la suya. Pero en la otra parte del bi, del bipartidismo en moda demodé, tampoco es que estén para echar cohetes. Acaban de perder en las últimas elecciones como La Roja ante los naranjas, y su líder, el último de una larga fila de fracasos, dice que no se va, y eso que aquí últimamente dimite hasta el Papa. Dimite el Rey, dimite Rubalcaba, dimite Patxi López, dimite Pere Navarro, pero Ximo ahí (¡ay!) sigue, tan campante, como si con él no fuera la cosa, y eso que el extremeño Fernández no para de darle la vara con la dimisión. Haciendo sus cálculos electorales, haciendo cábalas para gobernar: tri o cuatri, esa es la cuestión. Sea con quién sea, y cómo sea, Ximo quiere ser el nuevo Honorable, el conqueridor del Palau.

Sus partidos se han convertido en fábricas de problemas, ellos en manufactureros de contratiempos. Hablan de regeneraciones, refundaciones, para renovar su política, adecuarla a los nuevos tiempos, pero solo enseñan caras nuevas. Olvidándose de la socialdemocracia, mater amantísima del Estado del Bienestar, recortando siempre en los demás. Quizás sea más fácil que todo eso, quizás a unos les bastaría con lavarse la cara con agua bien fría, y enterarse por fin de lo que está pasando fuera de sus cuarteles, y a los otros además añádanle un buen jabón y lávense, con ayuda de piedra pómez, las manos, a ver si así se les quedan limpias de una puñetera vez.