En el momento en que escribo estas líneas es de noche y luce una preciosa luna llena. La miro, la admiro, la observo durante un momento mágico amenizado, el silencio, por el susurro de un mar tranquilo. Disfruto de la paz y quietud que brindan todo su encanto. Por un momento esta luna me recuerda al esférico protagonista de los partidos de fútbol.

Uff! que fastidio ahora que estaba entrando en trance y viviendo el momento psíquico más glamuroso de la semana. Mi mente da un giro y me transporta al mundial de Brasil porque también me llegan ecos del partido. O mejor dicho el antimundial que muestran estos días los brasileños a juzgar por la magnífica decoración del escaparate que está enseñando su buen hacer en materia de gestión y organización al resto de países.

Ya se ha dado el puntapié al balón de la jornada inicial y empieza el juego en Brasil que cuenta con los ciudadanos más futboleros del mundo. Una bienvenida al mundial que amenaza con ser la sombra negra de tan importante competición. Es tanta la afición de los brasileños que se han unido para dar patadas en las espinillas a su gobierno criticando todo cuanto acontece en torno a este ejemplarizante mundial.

Parece ser que el equipo colegiado, esos gobernantes que actúan, según informan los medios, con falsa austeridad y poca transparencia, ha conseguido que todo el país alce el vuelo como aves rapaces a la caza y destrucción de su propia gestión con protestas de todo tipo. Llama la atención que esas acciones se manifiestan desde todas las clases sociales y que los incondicionales indignados actúen con una fuerte violencia, en Río y otras ciudades, con heridos y detenidos por muchos lugares del país.

El hecho de que los bancos estatales hayan concedido préstamos para construir, tarde, nunca o mal los distintos estadios cuando se atraviesa en general un delicado momento económico. Se desfinancian los servicios públicos, la salud y la educación, los precios que siguen en alza y los manifestantes reprimidos piden menos estadios y más gastó social, que bastantes carencias manifiestan.

Me parece que la organización y gestión de este país anfitrión del mundial está empleando una jugada estratégica, la de patear fuerte al montón y que sea lo que Dios quiera. Ya me dirán cómo se digiere, de cara a la galería de los países participantes, la imagen que pueden tener de este antimundial, cuando los medios de comunicación se hacen eco de la noticia de que la señora presidenta Roussef haya tenido que silenciar a la Policía Federal mediante incremento de los salarios para que no se manifieste en huelga de paro durante uno de los actos más importantes de esta liga de fútbol. Menudo panorama de seguridad, hasta el punto de tener que recurrir al ejército para que supervise los estadios antes de la disputa de un partido. Aquí la berraquera debería de ser todo el tiempo y no cuando viene un mundial. ¿Y qué me dicen del transporte público con las constantes amenazas de huelga? Menudo escenario está presentando Brasil ante el mundo. Y eso que escribo estas líneas antes del partido España-Holanda por lo que no sé el resultado, pero ya veo por dónde van a ir los tiros. De momento, ya vivimos el primer partido donde ha tenido lugar el primer atraco japonés. Como regalito a la selección brasileña, un penalti que desequilibró a Croacia cuando iban empatados a uno. ¿De qué va esto? Me da la vena intuitiva, femenina y futbolera, que Brasil va a ganar el mundial con los auxilios arbitrales que hagan falta porque si alguien manda aquí es la FIFA y cualquier parecido entre ésta y el deporte da la impresión de ser pura coincidencia.

El fútbol es un fenómeno social que apasiona y se vive intensamente capaz de mover masas, política y economía por lo que es importante el lugar donde se celebran los partidos.

Considero que Brasil debería suponer un punto de inflexión de cara a un futuro y tener en cuenta todo lo que estamos viviendo y no queremos para un mundial. La clave del éxito está en acertar con la elección de la nación anfitriona donde se vaya a desarrollar una competición de ésta altura. Acaba de empezar y ya quisiera borrar lo que estoy viendo y mira que estaba tontorrona con la luna.

A ver si para la próxima se sabe elegir el país que invite a la Sociedad a no olvidar el recuerdo, porque francamente más valdrá correr un tupido velo después de Brasil y que sirva de ejemplo para plantear a quien compita a partir de ahora a quién se le otorga como sede futura, un evento de tanta relevancia como supone esta competición. Así son las cosas, los bares llenos de provisiones y los brasileños de inestabilidad. El claro ejemplo de lo que no queremos volver a ver, porque podrán sacar de todo menos pecho.

A ver si aprendemos de Albert Camus, el gran autor existencialista francés quien escribió estas reveladoras palabras para la revista France Foot-ball: «después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol».

Vuelvo con mi luna llena a llenarme de pasión, amor y paz.