No vivimos los tiempos convulsos de los años 30 del siglo XX, cuando la República se tambaleaba y aquello acabó como acabó, con la tragedia de una guerra entre hermanos, pero resulta interesante recordar, ahora que los republicanos han vuelto a sacar a la calle los colores rojo, amarillo y morado, cómo allá por 1931, un ingeniero de Caminos, Lorenzo Pardo, director general de Obras Públicas con dos gobiernos tan dispares como el de Primo de Rivera y el de Niceto Alcalá Zamora, fue capaz de diseñar el primer gran trasvase en España, el que conecta el Tajo con las vegas del Segura.

Va ya para cien años de aquel primer diseño -la tubería no comenzaría a funcionar hasta los años 70- y el Consell ha vuelto a rescatar la vieja idea de conectar el Ebro (todavía el río más caudaloso de España) con las resecas Alicante, Murcia y Almería. Aquel trasvase que diseñó en su día un ministro socialista, Josep Borrell, con la oposición de José María Aznar, que recuperaría el propio Aznar, ya presidente, que se cargó Zapatero por cuestiones meramente políticas y sus pactos con Cataluña, que Rajoy no se ha atrevido a rescatar, pese a su mayoría absoluta, y que ahora está de nuevo de actualidad por esta sequía. Acorralados por la deuda y los escándalos que sacuden al PP en la Comunidad Valenciana, el presidente Alberto Fabra y el vice y responsable autonómico de Agricultura, José Císcar, desempolvan la idea y se la trasladan a los agricultores.

¿Maniobra electoral? ¿Oportunismo político? ¿Movimiento político? ¿Jugar al despiste para esquivar la vergüenza que supone tener bloqueado el Júcar-Vinalopó? Piensen lo que quieran, pero la pregunta sigue ahí. ¿Tan difícil sería plantear el trasvase al próspero Mediterráneo de un Ebro que ya sacia la sequía en la España húmeda? Lorenzo Pardo lo hizo en 1931 y ese no fue el motivo de la Guerra Civil. ¿Por qué no ahora?