Ya descendido, descienden con este gol. Toda la tarde del sábado fue un continuo recordatorio de que el equipo alicantino ya estaba por méritos propios en la división de bronce del fútbol español. Por el momento era el único, al acabar la tarde le acompañarían Mirandés, Jaén y el filial madridista. Cada vez que decían la maldita frase en la emisora de turno, la tristeza, la impotencia, invadían al aficionado herculano, tanto al que acudió al Rico Pérez a la penosa despedida, como a los que decidieron no ir. Partido a partido van desertando del desastre del Hércules en el plano deportivo y sobre todo en el institucional. Aquí ya no se pide el cese del entrenador, todo quisque grita lo de «Ortiz, vete ya». Pero él ni se inmuta, el mayor accionista sigue haciendo de las suyas para desmotivar, si esto es posible, todavía más a la sufrida parroquia herculana. Ni Nadal nos ha quitado el sabor amargo del descenso.

Sabido ya de antemano desde la jornada anterior el descenso matemático del Hércules, el primero de los cuatro y al final el último de la clasificación, el presidente, sin Ortiz dando la cara en el palco, alaba el fichaje del enésimo director deportivo en la persona de Dani Barroso, vacante desde la destitución de Sergio Fernández, uno de tantos que pasó del amor al odio en el corazón del dueño del equipo. Parodi, con la incógnita sobre su continuidad, intenta vender el fichaje del nuevo director deportivo como si de una estrella se tratara, como el remedio que el Hércules necesitara para poner el rumbo adecuado con su incorporación. Pero el curriculum de Barroso no es para que la afición se ilusione. Exceptuando su paso por el Alicante, hoy en el limbo deportivo, su estancia en el Castellón acabó con el club en Tercera, y en el Alavés duró una sola temporada. Ni los equipos en los que estuvo tienen hoy en día empaque como para ilusionar, ni su trayectoria y trabajo en ellos garantiza el éxito que todos deseamos para el Hércules, en este caso el regreso raudo y rápido a la Segunda División.

Pero por si esto no fuera suficiente para el desánimo en el que se encuentra la afición herculana, Ortiz opta por la pura provocación. No daba crédito dándole al play en la alocución de Toni Cabot en la portada del INFORMACIÓN on-line, cuando informaba del fichaje como consejero, por parte de Ortiz, del que fuera vicepresidente del Elche Juan Carlos Ramírez. Rodeado por escándalos y enfrentamientos en su etapa ilicitana, llegó a declarar, en su momento más ilicitano, la supremacía del fútbol provincial del Elche sobre el Hércules. Con su historial nadie, excepto la soberbia encarnada por Ortiz, vería con buenos ojos la llegada al Consejo de Administración del citado Ramírez.

Da la sensación de que en la bravata se moviera como pez en el agua el dueño del Hércules. Lo que pretende llevar a cabo es un insulto a la institución, una auténtica humillación, aporte la liquidez que aporte el otrora vicepresidente ilicitano, que estaría por ver y comprobar. El Hércules y su historia no merecen más hostigamiento. Su borrachera de poder está llevando a la institución a una situación insostenible con una gestión deleznable. Nadie en su sano juicio en el Sporting pondría en el consejo a uno del Oviedo, o del Madrid en el Atlético, o del Betis en el Sevilla. Parece como si se estuviera cachondeando de la afición y lo que es peor del Hércules y de todos aquellos que en su recorrido trabajaron para mayor gloria del club de sus amores. Visto lo visto, hasta sería capaz de vendernos al Elche como filial con tal de recuperar sus dineros, tiempo al tiempo. Cuando se cumplen cien años desde su fundación y noventa y dos desde su inscripción federativa, la entidad está pasando por su peor momento, y el mayor responsable de su situación no tiene más que un nombre: Enrique Ortiz. Tres lustros inoperantes le contemplan.