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Gerardo Muñoz

¿Cómo murió el capitán Alberola?

En su libro sobre las calles de Alicante, el presbítero Gonzalo Vidal Tur cuenta que el Ayuntamiento cambió el nombre de la pequeña pero céntrica calle del Triunfo por el de Alberola Romero, en honor a este capitán de artillería que murió heroicamente en la isla de Santo Domingo.

Vidal Tur transcribe los siguientes párrafos del libro «Historia de la Guerra de Santo Domingo», de José de la Gándara:

«Alberola y los suyos eran ya prisioneros de los dominicanos. Pelanco (sic), fuerte con la victoria y con el auxilio del numeroso grupo de insurrectos que le seguían, quiso añadir a la persecución, la afrenta, y dirigiéndose a Alberola, le propuso que hiciese traición a su bandera.

-Si quieres -dijo- salvar tu vida y convertir la desdicha que ahora te abruma, en gloria y triunfo, vente con nosotros. Serás General de nuestra artillería.

Alberola que estaba desarmado, no pudo responder de otra manera al miserable capaz de insultar su desgracia, que rechazando aquellas proposiciones con energía y calificando al que acababa de hacerlas del modo a que era acreedor, por su vileza y su cinismo».

«Desdeñando todo peligro y prefiriendo antes la muerte que la deshonra, Alberola devolvió al cabecilla la injuria que acababa de dirigirles, escupiendo al rostro de Polanco.

Polanco entonces, fuera de sí, blandió su machete, y con la pasión del asesino -que en aquellos momentos sólo era un asesino vulgar y despreciable- se arrojó sobre él, poniendo término sangriento a aquella heroica vida, coronada por tan alta prueba de valor y patriotismo.»

Vidal añade que «el cuerpo de Artillería, para honrar la memoria del Capitán Alberola, pidió y obtuvo de su familia un magnífico retrato, el mismo retrato que se exhibe en una de las salas del Museo del Arma, en Madrid, al lado de los inolvidables héroes de la independencia española: Daoiz y Velarde».

El libro de Vidal Tur, aunque interesante y de lectura obligada para cualquiera que le guste la historia de Alicante, está salpicado de erratas e inexactitudes, así que acudí a su fuente, para ratificar la información.

Efectivamente, en su obra «Anexión y guerra de Santo Domingo» (tomo I, página 317. Madrid, 1884), José de la Gándara relata la muerte del capitán Alberola tal como la copió Vidal.

De la Gándara fue capitán general de la isla donde murió el militar alicantino, de modo que debía estar muy bien informado sobre cómo sucedió tal hecho. Pero, ¿cómo conoció los detalles?, ¿hasta qué punto adornó la muerte del capitán Alberola? Aunque la creatividad no abunda entre los militares, es bien sabido que a veces, al margen de los informes oficiales, algunos de ellos echan a volar su imaginación, adornando las hazañas con floreadas hipérboles. ¿Es este el caso?

El general Gaspar Polanco y Borbón (1818-1867) fue uno de los principales artífices de la restauración dominicana. Al frente de un contingente de campesinos armados, derrotó al ejército español en La Barranquita de Guayacanes en agosto de 1863, iniciando así la irrefrenable liberación del territorio dominicano. Considerado como un militar inteligente y capaz, Polanco también tenía fama de inflexible y déspota, por lo que fue derrocado por sus propios compatriotas poco después de ocupar la presidencia del primer Gobierno provisional.

De modo que Polanco, aunque lejos quizá de ser ese «asesino vulgar y despreciable» como lo calificaba De la Gándara, sí que debía ser un hombre de carácter intransigente, acaso cruel, capaz tal vez de matar en un momento determinado a un prisionero desarmado.

Pero, para saber qué fue lo que realmente sucedió con el capitán alicantino, lo mejor es leer su Hoja de Servicios. Como hemos dicho, en los documentos oficiales los militares se desprenden de toda floritura y se limitan a informar con datos escuetos y, casi siempre, contrastados.

Según su historial militar, Ramón Alberola Romero nació en Alicante el 11 de junio de 1833 (y no en 1831, como dice Vidal). Era hijo de Ramón Alberola Soler y Francisca Romero Giner.

Con 12 años entró como cadete en el Colegio de Segovia, a los 22 era subteniente alumno y a los 24 se licenció como teniente de Artillería. Era soltero y medía 5 pies y 2 pulgadas (1'57 metros, aproximadamente).

Como teniente estuvo destinado en Valencia, Cartagena y Alicante. En nuestra ciudad estuvo encargado de la Comandancia desde junio de 1859 hasta el 31 de diciembre de 1860, que fue destinado al 5.º Regimiento, de guarnición en Vicálvaro. En julio de 1861 fue trasladado a Madrid y el 16 de diciembre de ese mismo año fue promovido a capitán del Departamento de Santo Domingo. Sin embargo, una licencia por enfermedad le mantuvo en Alicante hasta febrero de 1862. Marchó a su destino en ultramar a bordo del vapor correo «Puerto Rico», en el cual embarcó el 16 de abril de 1862.

Y un último apunte: «1863: En el mes de Agosto fue estraviado en las ocurrencias de la provincia de Santiago».

Están adjuntados a la Hoja de Servicios varios oficios que informan de la estancia de Ramón Alberola en la isla dominicana durante el año 1863. Varios de ellos están dirigidos al capitán general de la isla, firmados por el subteniente comandante de Artillería de Santiago de los Caballeros, Gabriel Pellicer, y el brigadier Manuel Buceta. Otro, firmado por el capitán general de Santo Domingo, está dirigido al ministro de la Guerra. Y otro, remitido al general Gobernador de Madrid en enero de 1868 por el capitán general de Castilla la Nueva, contiene la transcripción de un escrito dirigido el 3 de septiembre anterior por el capitán general de Cuba al secretario del Ministerio de la Guerra.

A continuación resumo este último escrito:

Rigoberto Alberola, vecino de Madrid, se dirigió a la reina pidiendo se interesara por el paradero de su hermano Ramón, el cual se hallaba de guarnición en Guayacanes, pueblo limítrofe a Haití, «cuando los acontecimientos ocurridos en Santiago de los Caballeros en Agosto de mil ochocientos sesenta y tres, y que llevado de un espíritu generoso se puso á las órdenes del Brigadier D. Manuel Buceta, que por comunicaciones y correspondencia privadas se sabía su desaparicion desde entonces y por otras últimamente recibidas se decía que mutilado de ambos brazos fue recogido por una pobre indígena, y permanecía en cautiverio, imposibilitado de intentar su libertad».

Isabel II atendió la petición y el ministro de la Guerra ordenó el 26 de septiembre de 1864 al Juzgado de Guerra que averiguara lo sucedido.

Por la declaración de diferentes testigos, se supo en seguida que el capitán Alberola no estaba entre los prisioneros confinados en el campamento de Monte Cristo. Uno de ellos declaró que había oído decir a otro prisionero que había ayudado a sacar el cadáver de Alberola «y dos ó tres mas del Rio en que fueron arrojados por los rebeldes, y les dieron sepultura». Otro dijo haber visto en Guayacanes cómo Alberola hirió al general rebelde Benito Morción, antes de caer herido a machetazos, y que había oído que luego fue recogido por una mujer que vivía en un pueblo cercano, quien le había cuidado durante 17 días, hasta que fue descubierto por los partidarios de Polanco, los cuales le mataron. Otros testigos dijeron haber oído que Alberola y un médico apellidado Merino «fueron hechos prisioneros en el punto llamado la Peñuela, camino de Guayubín á Santiago, permaneciendo como tales en la casa de Gaspar Polanco, de donde los sacaron los rebeldes llevándolos á orillas del Rio Yaque, en cuya margen derecha fueron asesinados por un tal Juan Duran, vividor de la Seccion de Ponton».

Pero fue un expediente instruido en Santo Domingo en 1865 sobre los artilleros muertos mientras estaban prisioneros, el que mejor explicaba lo sucedido. En él se decía que Alberola fue hecho prisionero el 20 de agosto de 1863 en el río Navarrete y que «fue asesinado entre la Peñuela y Esperanza, camino de Guayubín» el 23 o 24, «á orillas del Rio Yaque de órden del General Polanco». Fueron dos tenientes y un médico quienes dijeron haber oído que Alberola «prefirió la muerte al abandono de su bandera, siendo asesinado por el sin par en la barbarie Gaspar Polanco».

De estas últimas declaraciones de tres testigos de oídas nació el rumor, convertido oficiosamente en certeza por De la Gándara, de que el valiente capitán alicantino murió heroicamente al negarse a traicionar a su país. Se le declaró oficialmente muerto y se entregó un informe a su hermano Rigoberto el 5 de febrero de 1868.

La calle Alberola Romero, paralela a la Rambla, sube desde la Explanada hasta la calle Rafael Altamira.

El retrato del capitán Alberola se encuentra en el Museo del Ejército, en el Alcázar de Toledo.

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