Hoy termina Aída, una serie longeva repleta de personajes. Puestos a elegir qué es lo que más echaremos de menos, cada uno tendrá sus preferencias, pero dejadme, ay, que yo prefiera a Mauricio Colmenero.

Podría parecer que el nexo de unión entre Aída y la inolvidable 7 vidas, de la que procede, es el personaje de Aída. Pero no. Hace años que Carmen Machi abandonó la serie y no pasó nada. ¿El eslabón perdido entre ambas series sería, entonces, el Jónathan, aquel hijo terrible de quien tanto hablaba Aída ya en el Bar «Kasi ke no» de 7 vidas, y que después conocimos en Aída? No: mucho más terrible resultó ser el Luisma. Así que ya solo nos queda una posible respuesta: el puente entre ambas series, quien mantuvo encendida la llama después de tantos años fue «El Frutero», o sea, Mauricio Colmenero.

Porque «El Frutero» y Mauricio eran el mismo personaje. Con distinto nombre, en distinta serie, al frente de un negocio distinto e interpretado por diferentes actores, pero eran el mismo: un tipo recalcitrantemente carca, machista, racista, ruin, egoísta, baboso, ultraconservador, mezquino, cobarde y tramposo. O sea, un personaje imprescindible para dar el contrapunto, para desequilibrar, para alimentar los guiones y para atizar los buenos chistes y los gags de altura que su público esperaba. «El Frutero» Mauricio solo tenía una gran virtud: ser un antihéroe que no caía simpático, sino pesado; un perdedor que no resultaba entrañable, sino molesto; un contramodelo que no servía de modelo a nadie por muy retorcido que fuera.

Así que con el fin de Aída terminan muchas cosas, pero sobre todo yo echaré de menos que «El Frutero» Mauricio nos diga qué es lo que no debemos pensar, ni decir, ni hacer. A no ser que queramos caer tan bajo como él.