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Antonio Sempere

Ay, esos Alfonsos Graus

Hace pocos días que Alfonso Grau declaró en los juzgados en relación con el caso Noós. El icono valenciano, que lo ha sido todo en la ciudad, saltando desde su posición de fallero ilustre hasta las mismísimas faldas de Rita Barberá, estuvo arisco con los medios. Lo que no es óbice para que quedase muy clara su posición. El consistorio valenciano apoyó incondicionalmente los proyectos de Iñaki Urdangarin porque se trataba del yerno del Rey. Invirtieron varios millones de euros procedentes del erario público por rendirle pleitesía, por atraerle a su territorio y por sacarse unas cuantas fotos con él. De no haber saltado la caja de los truenos, ahí seguirían. Apoyando. Sacando pecho. Estrechando la mano de la Infanta. «Pero qué infelisss», como dirían con salero en algunas zonas de la Vega Baja.

No deberíamos perder de vista hasta qué punto estamos rodeados de Alfonsos Graus. Aquí al ladito. Al pie del Benacantil. Políticos que salivarían con unos cuantos chutes de realeza, Volvo va y Volvo viene. Hace poco se filtró por el diario Berliner Zeitungel que los exduques de Palma se habían alojado un fin de semana en el hotel Adlow de Berlín, cuya suite real cuesta 20.000 euros. El medio detalló que cenaron burrata con espárragos, carne empanada, atún marinado y una tabla de quesos, todo ello regado con Rioja. Se trató de un viaje privado. A primeros de abril.

Puede parecer demagogia, pero ese es el pan nuestro de cada día de esta gente. Eso sí, estas noches de sueños republicanos basta imaginarnos a Madina, Chacón o José María Aznar presidiendo la Tercera, para que se nos abran las carnes. Y es que dicen nuestras madres, tan contentas con Felipe VI, este muchacho tan preparado lo va a hacer muy bien. Ojalá.

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