Me piden una apresurada valoración ante la noticia de la abdicación de Don Juan Carlos. El final de todas las jefaturas son siempre complejas. En nuestra propia historia, desde hace varios siglos no se produce una transmisión ordenada de la Corona de España sin que medien convulsiones o traumas. Afortunadamente, este no ha sido el caso y SM, que ha sido llamado con toda justicia el piloto del cambio por el logro histórico que fue el paso de la dictadura a la democracia, ha optado por pilotar también su sucesión, algo que está perfectamente previsto en el artículo 57.5 de la Constitución. Otras monarquías lo han hecho e incluso el papa Benedicto XVI también renunció hace ahora un año. Los tiempos han cambiado y aunque hay instituciones que su gran valor es su estabilidad ante las mudanzas del entorno, a veces, como aprendió Don Juan Carlos de su padre, el sacrifico personal de la renuncia puede ser también una aportación en servicio de los españoles. Es indudable que vivimos tiempos de cambio y el orden institucional que con acierto promovió Don Juan Carlos desde 1975 necesita un nuevo impulso reformista. Llega un tiempo nuevo para el que se necesitan hombres y mujeres nuevos como con su inefable intuición política ha sabido ver Don Juan Carlos. Pasa a la historia un monarca que supo hacer de una dictadura en crisis una democracia moderna y avanzada y de un país dividido en vencedores y vencidos un país unido en torno a las libertades y a su vocación europea. Un monarca que ha sabido también remontar las diferentes crisis que han afectado a la propia institución de la Corona. Sólo puede haber un rey y a partir de ahora el Príncipe de Asturias -el heredero mejor preparado de la historia de España- le toca asumir la responsabilidad en un momento complejo. Siempre he dicho que la forma más objetiva de valorar la gestión de cualquier responsable público es comprobar si cuando abandona su tarea deja las cosas mejor o peor de como las encontró y es indudable que la España de 2014 -con sus problemas y sus crisis- es infinitamente mejor que la de 1975. Por eso, muchos podemos decir con orgullo que hemos en algún momento de nuestra vida colaborado con Don Juan Carlos I, verdaderamente un Rey de todos los españoles.