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Para que no haya dudas, vaya por delante mi respeto y mi afecto por el rey Juan Carlos y que no oculto mi aprecio por la monarquía, que creo que cumple una importantísima función integradora en un país como el nuestro con tendencias centrifugas tan fuertes y donde nunca faltan especialistas en pegarnos tiros en los pies.

Como tantos otros españoles hoy me ha sorprendido la noticia de su abdicación y es que parece que se está extendiendo la costumbre de hacerlo tras los precedentes del rey Alberto de los belgas, de la reina Beatriz de Holanda y del mismo papa Benedicto XVI, lo que imagino que pone mucha presión sobre el resto de monarcas que aún quedan de la vieja generación. Como ha dicho don Juan Carlos esta mañana, es hora de dejar paso a los jóvenes, que en nuestro caso es el príncipe de Asturias que ya lleva preparándose a conciencia para este momento. En mi opinión está más que suficientemente preparado para la complicada tarea a la que va a dedicar el resto de su vida, ya como Felipe VI.

El rey Juan Carlos llegó al trono en circunstancias muy difíciles, tras la abdicación de su abuelo, el rey Alfonso XIII, una república que algunos hoy alaban pero que en mi opinión fue un trágico fracaso colectivo, una guerra civil que dividió a los españoles como nada nos había dividido en el pasado y una dictadura de 40 interminables años. No lo tenía fácil y los chistes de la época hablaban de Juan Carlos el breve. No acertaron y ha presidido la época mejor que ha conocido España en más de tres siglos, por lo menos, una etapa de reconciliación, de libertad, de progreso y de recuperación del orgullo de ser españoles con él al frente como nuestro mejor embajador. Su decidido apoyo a Adolfo Suárez puso en marcha la Transición con sus pactos y la Constitución que fue de todos por no ser de ninguno, una verdadera transición de la dictadura a la democracia que causó admiración en el mundo. Luego defendió con decisión nuestras libertades frente a los golpistas que querían hacer girar hacia atrás las manillas del reloj de la Historia.

Durante su reinado España ha pasado de ser una dictadura a una democracia; de ser un estado centralizado a uno cuasi federal; de ser un país atrasado a uno dinámico; de ser un país muy tradicional y conservador a otro de libertades y socialmente muy progresista; de ser un país que recibía ayuda internacional a ser un donante importante... la lista podría continuar porque creo que habrá pocos países en el mundo que hayan cambiado tanto en los últimos cuarenta años y que lo hayan hecho de forma tan tranquila y buscando más los acuerdos que las imposiciones, más convencer que vencer. A lo largo de estos años ha tenido a su lado a la reina Sofía, que Enrique Tierno Galván me describió en cierta ocasión como «una gran profesional», cosa que personalmente he podido también constatar en múltiples ocasiones. Además de una gran señora. Los errores que durante estos años ha cometido, que también han existido, son pura anécdota al lado de los enormes servicios que nos ha prestado tanto a España como a los españoles.

Tengo la suerte de tener muchas anécdotas con el rey pero solo citaré una. En cierta ocasión, allá por 2005, cuando yo era embajador ante la Santa Sede, tenía viviendo en mi residencia del palacio de España a los reyes y al presidente del Gobierno. Rajoy era jefe de la oposición y se alojaba en un hotel romano cercano. Una noche el rey me pidió que le organizara una cena con los dos, con Rodríguez Zapatero y con Rajoy. Invité en su nombre a una docena de personas y resultó una cena muy agradable y a los postres el rey les pidió a Zapatero y a Rajoy que le acompañaran a un salón vecino porque quería hablar con ellos a solas. Cuando los tres se dirigían hacia él, se volvió y dijo: «ven tu también, Jorge». Cuando se sentaron les dijo: «mirad, yo entiendo que os peleéis todo lo que haga falta pues ese es también vuestro papel en el juego democrático normal. Solo os quiero pedir que no hagáis política partidista con tres asuntos que exigen una política de Estado: la estructura constitucional y territorial del Estado, el terrorismo de ETA y la Educación, porque creo que nuestros niños no merecen que se cambie la ley que la rige cada vez que cambia el signo político del Gobierno. En lo demás os podéis tirar los trastos a la cabeza cuanto queráis». Rodríguez Zapatero y Rajoy no respondieron, creo que nunca he visto a dos personas estudiar con mayor interés la punta de sus zapatos. Años más tarde visité al rey en Marivent, como suelo hacer cada verano, y en la conversación salió el tema de la educación y yo le recordé esta anécdota añadiendo que por discreción nunca se la había contado a nadie. Entonces el rey, con una carcajada de las suyas me dijo: «coño, Jorge, ¿para qué te crees que quise que tu estuvieras presente? Cuéntalo, hombre, cuéntalo».

Esa labor de influencia fuera de los focos mediáticos ha contribuido de forma muy importante durante estos años a limar asperezas y a no perder el norte, con una visión que por encima de los legítimos intereses de partido ha puesto siempre lo que entendía como intereses de España.

Por todo esto le respeto y por eso le agradezco los últimos 40 años que ha presidido con su buen hacer y que han sido, sin ninguna duda, los mejores de nuestra historia colectiva.

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