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Ha nacido una nueva ilusión

Sí, ustedes ya se lo habrán imaginado pero desde las pasadas elecciones europeas del 25 de mayo, parte de la sociedad española se ha ilusionado con un novedoso proyecto. Su líder, aunque a él le moleste este calificativo, es Pablo Iglesias Turrión.

Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, donde también obtuvo el doctorado en 2008, imparte sus clases en la Complutense de Madrid.

Desde muy joven se posicionó en la izquierda política. Militó en la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) desde los catorce hasta los veintiún años de edad. En 2001 participó en el movimiento antiglobalización donde defendió la desobediencia civil como forma de lucha.

Este es un brevísimo resumen de su currículum que, como podrán adivinar, es público y notorio en todos los medios nacionales. De este joven yo sólo sabía por sus apariciones televisivas en debates, sobre todo en La Sexta. Allí se enfrentó a depredadores de la derecha como Francisco Marhuenda, director de La Razón y, sobre todo, a Alfonso Rojo a quién finiquitó limpiamente hasta el punto de sacarlo de sus casillas recurriendo al torpe recurso del insulto. Desde entonces ya no he vuelto a ver a Rojo en La Sexta. Se le acusa, no sé si con razón o sin ella, de recibir subvenciones del Gobierno de Chávez, de Castro y de Irán.

Lo que sí sé con absoluta seguridad es que ha supuesto en estas elecciones un soplo de aire nuevo, no sé si limpio, pero muy fresco. La sociedad española ya estaba fatigada del discurso hueco y manido de nuestros habituales políticos y en tiempo récord, en enero, presentó, junto con otras personas y colectivos, el movimiento ciudadano Podemos con vistas a concurrir a las elecciones europeas de mayo. En cinco meses consiguieron cinco escaños europeos.

Cada vez que se enciende un televisor, se apaga una estrella, sentenció El Roto. No parece el caso de Pablo Iglesias, estrella emergente de la televisión, pero sí de Alfredo Pérez Rubalcaba, contraestrella próxima a desaparecer del firmamento de la política y de las cámaras. Lujurias y crueldades de lo público.

Hacía decenios, probablemente desde Felipe González, que no aparecía alguien en la vida política española capaz de estimular el ánimo de una enorme cantidad de españoles como con velocidad galáctica ha conseguido Pablo Iglesias en su explosión electoral. Súbitamente, millones de españoles vuelven a creer en la política como posibilidad real de mejorar sus vidas y como actividad dentro de lo respetable. Falta por ver si la estrella tiene brillo duradero y no se lo comen los lobos o tropieza con meteoritos sospechosos y financieros. Aún no sabemos cuándo se verá la foto de Pablo Iglesias recibido por Emilio Botín para concederle un crédito con el que cubrir su hazaña política. O si tal foto no se producirá e Iglesias decide tirarse al monte de la pobreza de medios. En todo caso, millones de españoles le apoyarán en su ya anunciada aventura presidencial y desearán que su opción triunfe. Muchos españoles quieren, necesitan, creer en algo y en alguien. Es la última oportunidad de confiar en lo político. No parece un bandido Iglesias, incluso se podría decir que asemeja un integrante más de la masa ciudadana que conforma España. Uno de los nuestros, próximo y hasta ahora sincero. Veremos.

Estas palabras no implican, en absoluto, mi fe ciega en este joven con la edad de la Constitución y con un nombre que sólo le cabe ser de izquierdas. Tengo muchas dudas, demasiadas, como para darle la futura voluntad de mi voto.

Tiene propuestas muy interesantes para mí y, además, fácilmente viables. Me refiero a uno de sus puntos fuertes: La Renta Básica. Muy por encima les cuento que la Renta Básica es una renta que todo español, por el mero hecho de ser ciudadano de este país, recibiría. Estudios hechos en Cataluña por expertos economistas han demostrado que esta Renta Básica es más que viable siempre que los impuestos sean justamente aplicados. Esta medida encontraría muchas espinas en su camino, pero si se acaba con los privilegios de las SICAV, de los paraísos fiscales, etcétera, está más que demostrada su viabilidad.

De las resoluciones asamblearias tengo fundadas dudas. Quizá mi edad, mi tradición política y empresarial me impiden verlo claramente. Creo firmemente en el líder. Lo más prudente, tiempo al tiempo y esperar. Y del resto de su programa, que he leído resúmenes que circulan por las redes, pues he de confesarles que algunas me causan verdadero pasmo e incertidumbre. Ya digo, no me cabe otra sino esperar.

Por el contrario, en la cara oculta de la Luna, Alfredo Pérez Rubalcaba pagará su purgatorio de no haber sido un galán de la política. Siempre fue un segundón inteligentísimo, pero sin glamur. Entre los más válidos y mejor preparados de la democracia y, desde luego, peor parados.

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