Te supongo, apreciado lector, desayunando plácidamente o tomando un gustoso aperitivo en un cuartelillo mientras ojeas las páginas de Elda, a la búsqueda de la crónica de lo acontecido en la tarde-noche de ayer o, a lo sumo, de alguna nota social ligera que entretenga tan dulce momento, sin exigir demasiado a unas neuronas que empiezan a cansarse después de las primeras escaramuzas. Y si es así, siento defraudarte, pues lo que te ofrezco es algo bien distinto, que atañe a un pasaje de la historia de nuestra Fiesta; a las señas de identidad de una comparsa.

Hace unas semanas yo también ojeaba la flamante y original -aciertos aparte- revista de moros y cristianos de este año, cuando me encontré casualmente con dos datos referidos a mi querida comparsa, las Huestes del Cadí, que me dejaron sorprendido. El estupor era debido a que lo que allí se afirmaba no se correspondía con la realidad de las cosas; entendida ésta como parte de su historia.

Uno de esos datos -al que podríamos calificar de menor importancia- aparece en la sección «moros y cristianos Guinness», y viene a decir que las Huestes del Cadí es la única comparsa que sólo existe en nuestra población. Basta teclear en Google el nombre «Huestes del Cadí» para que aparezca, como una de sus entradas, las fiestas de moros y cristianos de Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Y el motivo no es otro que hasta esa población fue «importada» a través de los familiares de un histórico de la comparsa (Antonio Castellanos). Y allí sigue, a la espera de participar en las próximas fiestas de finales de junio, tras cumplir 25 años en 2013.

Si lo que quería decirse era que las Huestes es una comparsa genuinamente eldense -es decir, que ni su nombre ni distintivos ni atuendo fueron «copiados» de ninguna otra fiesta-, se podría haber expresado de otra manera -yo lo he hecho-. Pero afirmar categóricamente que sólo existe en Elda, adolece de una falta de rigor que desmerece la revista.

El otro dato tiene más enjundia, pues atañe al origen de la denominación de la comparsa. En la página que se dedica a curiosidades sobre ella («¿Sabías que??») se da una somera explicación sobre el motivo de su nombre, partiendo de una interpretación muy libre del término cadí en relación con sus fundadores. Algo que no deja de ser una ucronía; es decir, un relato sobre un capítulo de la historia de la comparsa basado en meras hipótesis. Y lo pernicioso de la ucronía es que va degenerando a medida que se realizan interpretaciones sobre interpretaciones, hasta que el hito histórico queda desfigurado. Por ello, creo saludable que, de vez en cuando, se recuerden los hechos objetivos que permitan retomar el hilo invisible de la historia. Y en este caso, existen muchas fuentes documentales y directas (los protagonistas) que permiten constatar el nacimiento de la denominación. Sobre su autor no hay dudas: El inefable José María Amat Amer; auténtico artífice prístino de las Huestes. Y sobre su alumbramiento tampoco. José María pretendía pertrechar de un bagaje histórico al nombre de la comparsa, para lo cual se le ocurrió la historia de un moro llamado «Calí» -sí, así, con ele-, que poseía un «tallerico» de calzado en las casas de la ladera del castillo, y que reuniendo a unos hombres (sus huestes) se alzó contra el señor; relato en el que incluso aparecían Dña. Sibilia y el Conde Coloma. Esa historia -leída en la primera cena de la comparsa- fue recogida por el entonces redactor de La Verdad, Mira Candel, quien la publicó en dicho diario en junio de 1976 dándole un barniz de certeza. Si bien la denominación derivó hacia lo histórico, siendo sustituido el nombre del cabecilla por el de «Cadí» -ahora sí, con de- utilizando una cita de Lamberto Amat y Sempere en su obra Elda. La transmutación fue seguida de polémica con el cronista de la ciudad, Alberto Navarro, quien la tachó de nulo rigor histórico, dado que «cadí» no fue ningún cabecilla moro de localidad, sino el juez civil de la comunidad islámica. Documentos y testimonios hay de todo ello.

En consecuencia, el nombre no se ideó para homenajear a ningún fundador concreto, como se dice en la publicación; pues eran muchos los promotores primigenios, y no tenía ningún sentido destacar a nadie. Imagino que la comisión de la revista de la Junta Central se habrá limitado a transcribir la información facilitada por mi comparsa. Y si es así, a ésta le ruego que en lo sucesivo, cuando aborde aspectos de su historia, cuide la información. Más que nada, para que no esté en cada momento al albur de «hermeneutas ocasionales» que puedan acabar tergiversándola. Por mi parte, paciente lector, voy a tomarme a tu salud y la de las fiestas una caña bien fría, deseándote que disfrutes de los buenos momentos que a buen seguro te brindarán, y que son los que concentran la verdadera dicha. Felices Fiestas.