El resultado de las elecciones al Parlamento Europeo ha puesto de manifiesto una realidad subyacente que los dos principales partidos políticos españoles se han negado a asumir durante los últimos hasta que esa realidad, en forma de votos metidos en urnas, les han situado cara a cara con lo que a todas luces va camino de convertirse en un nuevo tiempo político. Los varios millones de votos que o bien han cambiado de partido o bien se han diluido en la abstención, si lo comparamos al menos con las últimas europeas pero también con las generales y autonómicas, han querido castigar no sólo al llamado bipartidismo, a la mayor o menor responsabilidad que hayan tenido cada uno de los partidos que lo conforman en el desmantelamiento del Estado del Bienestar, sino sobre todo han pretendido censurar la inacción de la Unión Europea, de sus instituciones y de sus mandatarios, que se han mostrado incapaces para atenuar las consecuencias de la libertad de acción que los mercados financieros han tenido y disfrutado con el beneplácito de los principales responsables europeos, condenando a millones de europeos a una pobreza creciente que les sumirá durante años a la marginalidad.

El gran cambio producido en la sociedad europea,y sobre todo en la española durante los últimos seis años, no tiene precedentes. Los ciudadanos han visto que en un corto espacio de tiempo la calidad de vida ha disminuido de forma radical mientras unos pocos se han hecho cada vez más ricos. El regreso al modo de vida de principios del siglo XX se ha hecho ante la mirada de la Unión Europea que ha asumido los principios neoliberales como algo normal, aceptando el fin de la clase media como una consecuencia inevitable del paso del tiempo. ¿Qué han hecho para impedirlo los partidos socialdemócratas europeos?

El éxito de Podemos, un partido con escasos cuatro meses de vida que pretende constituirse en el motor del cambio de una nueva forma de hacer política y que venía siendo demandado desde el 2011 por el movimiento popular conocido como 15M, ha sido tan inesperado como poco deseado por el resto de partidos minoritarios como son UPyd y Compromís en el ámbito valenciano. Ambas fuerzas políticas han visto surgir de la noche a la mañana un nuevo partido que les va a impedir crecer electoralmente en un futuro inmediato. Podemos es el resultado del voto tradicionalmente abstencionista y la consecuencia de la constante y lenta sangría de votos proveniente del Partido Socialista cuyos dirigentes han sido incapaces de evitar.

Que el Partido Popular iba a tener un pésimo resultado era algo sabido a tenor de las continuas noticias aparecidas en los medios de comunicación sobre los casos de corrupción y de dinero negro que han afectado incluso a la cúpula del partido conservador pero, sobre todo, supone la respuesta a una falta de respuesta política a estos escándalos. Por primera vez los votantes del PP han castigado a su partido absteniéndose de ir a votar, suponiendo un primer aviso a la falta de respuesta ante clamorosos ejemplos como el de Ana Mato. La solución de dejar que el paso del tiempo haga desaparecer de la mente de los votantes las últimas leyes aprobadas por el Gobierno en materia de derechos que se pensaban consolidados así como la omnipresente presencia del entramado Gürtel no ha dado la consecuencia esperada por Mariano Rajoy. La apuesta del presidente por un olvido paulatino del pozo Gürtel que lograra instalar a la población en una estado de amnesia perenne no se ha producido.

Menos previsible ha sido el mal resultado del PSOE, en caída libre desde el 2011 sin que se vislumbre de momento dónde se encuentra su suelo. La apuesta de Elena Valenciano, sustituyendo al anterior candidato, Juan Fernando López Aguilar, mucho más preparado, por la carta del feminismo y la ley del aborto obviando lo que realmente se discutía sobre Europa, ha demostrado ser otro error más. Si el PSPV sufría hasta ahora un continuo trasvase de votos por el centro derecha, léase UPyd, y por la izquierda nacionalista, caso de Compromís, con la irrupción de Podemos tiene un nuevo problema. Si por la izquierda perdía apoyo electoral de votantes que residían en poblaciones pequeñas que no lograban integrarse en la estructura de un partido de alcance estatal, Podemos ha logrado recoger voto universitario, culto, que conoce perfectamente las diferencias existentes entre políticas de derechas y de izquierdas, votantes que se niegan a poyar a un partido donde es normal trepar desde las Juventudes Socialistas hasta llegar a concejales de ayuntamientos o incluso a diputados sin haber trabajado nunca y sin tener ningún tipo de titulación. Como era de esperar aquellos que accedieron a cargos políticos pagados desde las Juventudes gracias al proceso que había entonces son los mismos que ahora exigen un cambio en la esencia del partido para volver a disfrutar de un sueldo gracias a él.