Y salió Cañete brazos en alto, cual clic de Playmobil paracaidista que cae de culo en una plantación de nabos, eso sí europea, celebrando una victoria electoral del PP que más bien parecía, por rendir culto a su extraña y compartida filosofía, la celebración en diferido del primer gol del Madrid ante el «Atlétic». Tenía a la apuntadora teatral Cospedal incondicionalmente de su lado pero solo parecía una victoria mal escrita pues dio la impresión de que tal gesto rememoraba el de aquel que en el cuadro de Goya levantaba los brazos antes de ser fusilado. ¿Pueden hacer esto?, preguntaba el reo. Podemos, dijo el gabacho. «Hasta el fondo».

Y es que mientras los hechos desmienten a las vacas sagradas a los electores nos da por tomar medidas drásticas sobre su futuro terminando aquellas en embutido madrileño preparado para la exportación. Le pasa a Cañete al vivir políticamente del rédito de aquellas mentiras repetidas por su partido que pueden llegar a convertirse en falsa verdad de la que él mismo es la muestra más digna y cachonda de creyente sin motivo aparente. Que no lo olvide, a Cañete se le ha concedido un tiempo que sus correligionarios no tienen pues las municipales y generales están a la vuelta de la esquina y no creo que Rajoy pueda sobreponerse a esta tanda de palos electoral salida de la chistera europea, no tiene magia y el conejo y el yogur ya se lo comieron hace tiempo.

Sin embargo las crueldades de vivir una realidad paralela pasan hasta en las mejores castas, perdón casas. Sin ir más allá, en el PSOE Rubalcaba entona el solo, fané y descangallado, mientras Valenciano se desmorona y Madina entona el La, La, La militante dando pie a que las vacas sagradas de su partido repitan para su público el Non, je ne regrette rien que diría Edith Piaff (no lo diría si viera como está Francia ahora). Pero por muchas cabriolas metafóricas que intenten, por razón de estar y aparentar, en política los jarrones chinos carecen de credibilidad, cuestión ya amortizada, y terminan no solo por no saber dónde ponerse sino por romperse o dando por culo. Por necesario está de moda lo joven y renovador; la arruga ya no es bella. Así Madina entonará la canción ganadora mientras el felipismo acabará como acabó aquella canción eurovisiva «Y quién maneja mi barca, que a la deriva me lleva».

Por otro lado -al de izquierdas me refiero, cosa que no tiene nada que ver, afortunadamente, con lo que ha ocurrido en Francia con la ultraderecha- España ha dado un golpe de timón juicioso en sus querencias políticas y mucho ha tenido que joder la irrupción de la formación Podemos para que tirios y troyanos dediquen parte de su tiempo no a analizar su propia debacle sino a intentar explicar la razón de su presencia y para averiguar por dónde les ha venido el golpe. Para mí está claro: el voto de los españoles castigando al bipartidismo y haciendo posible pactos de gobierno y/o fuertes alianzas de izquierdas provoca pavor al más templado del anacrónico ruedo ibérico, UPyD incluido. PP y PSOE se tocaron los huevos durante tanto tiempo y se miraron tanto el ombligo -a veces la pelusilla da mucho juego- que no se dieron cuenta de que muchos españoles ya estábamos redefiniendo no solo su futuro sino el nuestro y el tipo de personas que creemos y queremos ser. Y eso no tiene nada que ver con las promesas incumplidas de unos y otros. Su política de «castas» ya no puede aportar nada beneficioso ni creíble.

Es posible que se diga que muchos ya no creen en el sistema de representación actual y necesiten nuevos aires y formas, pero desde luego lo que demuestran los resultados electorales es que la ciudadanía se opone a la opresión, al sexismo, a la ignorancia, a la prepotencia, a la corrupción, al sectarismo, al privilegio y al abandono por parte de sus representantes y de sus instituciones. Así cuando las nuevas ideas políticas entran en escena pocas veces se ajustan a las repetitivas expectativas generadas por quienes temen perder su poltrona, su status y sus privilegios. Ya era hora y deseo que los que muchos consideran una columna de humo se convierta en una de cemento; estable, duradero y fructífero.

Ahora toca zafarrancho de combate. Renovación se llama a esto. Pero mucho tendrán que renovar al margen de lo sagrado pues hacerlo mal puede dejar sin recursos para abordar precisamente esos problemas para los cuales son más necesarios los hechos y análisis nuevos. Algunos ven las cosas como son y se preguntan ¿por qué? Algunos soñamos cosas que nunca fueron y decimos ¿por qué no? Politólogos tiene la Iglesia. Tantos como seleccionadores nacionales de fútbol.