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El dron ha llegado a la realidad extramental con un retraso sorprendente si pensamos en el tiempo que llevaba en las cabezas de los seres humanos. La distancia entre la imaginación y la vida no justifica ese retraso. No sabríamos decir, pues, a qué se debe. En las casas antiguas, cuya arquitectura interior reflejaba fielmente la disposición de los órganos corporales de todos nosotros, había una especie de intestino al que llamábamos pasillo. En ocasiones, tenía su colon, incluso su colon irritable. En la zona del colon irritable estaba la foto del abuelo con barba. El pasillo servía para aprender a montar en bicicleta y para jugar a las chapas. Pero debido a su condición intestinal, no podías atravesarlo sin ser digerido.

Los niños que vivieron en casas con pasillos son el producto de aquellas digestiones que resultaban ligeras o pesadas en función de las circunstancias. No era lo mismo atravesarlo completamente a oscuras que a luz de una bombilla de cuarenta vatios (era peor con la bombilla), ni a las doce del mediodía, en dirección a la cocina, que a las tres de la madrugada, en dirección al baño. Tampoco era lo mismo recorrerlo a gatas, imitando los movimientos de un gato doméstico, que erguido y pálido y frágil, en camiseta y calzoncillos. Por el pasillo lo mismo avanzaban los santos sacramentos para un agonizante de la habitación del fondo que el chico del hielo, con su arpillera al hombro y su garfio de pirata pobre que cortaba la respiración.

Pero íbamos al asunto de los drones, que ya entonces, hace tantos años, estaban en nuestras cabezas. Desde allí los proyectábamos hábilmente por el pasillo con el encargo de soltar una bomba a la altura del cuarto de estar, donde los padres y los cuñados y los tíos, quizá acompañados por el párroco, tomaban achicoria con pastas revenidas. Pobres, las veces que los hemos bombardeado con aquellos aviones no tripulados imaginarios. Han tenido que pasar décadas para que los drones que perfeccionábamos día a día en nuestra mente, llegaran a la vida cotidiana. Ya hablan las autoridades de regular su uso civil. El militar, con bombas que matan de verdad, viene siendo un cachondeo.

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