Cada vez que llega una cita electoral pasa lo mismo: crece la abstención. Y si se trata de elecciones europeas, todavía más. Algunas encuestas sitúan la abstención para las elecciones del próximo domingo en un 60%, que se dice pronto. Según la última encuesta del CIS, las razones mayoritariamente esgrimidas para no ir a votar se mueven entre la falta de confianza en ninguno de los partidos políticos o coaliciones (25,4%), el hartazgo de la política y las elecciones (19,6%), la indiferencia plasmada en la familiar expresión «da lo mismo votar que no votar, no sirve para nada» (18,6%) o la ausencia de una alternativa satisfactoria (14%). Es fácil, dado el panorama, sucumbir a estos argumentos pero si queremos que las cosas cambien, hemos de ser conscientes del valor del voto para ello.

Sé que es difícil explicar qué vale un voto, pero la lucha de las sufragistas por conseguirlo, aunque parezca que queda muy lejos, es un ejemplo ilustrativo de la necesidad de participar en la toma de decisiones para incluir en la agenda política las cosas que nos importan. Las pioneras de este movimiento eran casi todas burguesas, pero a ella se sumaron también las obreras tras vencer muchas reticencias. Me gusta mucho cómo se escenifica esta unión, este pacto entre mujeres, en la película «Ángeles de hierro» (Iron Jawed Angels, dirigida por Katja Von Garnier, 2004). La sufragista Lucy Burns anima a las obreras de una fábrica textil a participar en una gran manifestación para reclamar el derecho de sufragio. Una obrera de origen polaco, Ruza Wenclawska, le interrumpe para gritarle: «¡Consíganos un aumento, que le den a los políticos!». Otra sufragista, Alice Paul, que se encuentra repartiendo propaganda entre ellas, dirigiéndose a Ruza, le dice: «146 mujeres murieron abrasadas en el incendio de una fábrica el mes pasado ¿dónde estaba la escalera de incendios? Las leyes las hacen los representantes electos. Una escalera de incendios puede ser exigida por ley. Un voto es una escalera de incendios». Ruza pone reparos para participar en esa manifestación: «Si nos tomamos un domingo libre para manifestarnos, el lunes nos despiden ¿Ustedes tienen hijos? ¡Ellos no comen papeletas! ¡Esto es absurdo!». Alice Paul vuelve a contestarle: «Grita cuanto quieras. Las clases dirigentes son las que tienen voz y esa voz es el voto. A ti?no te oye nadie». Ruza le lanza una mirada fulminante, le arranca los folletos de propaganda de las manos y? comienza a repartirlos a sus compañeras al grito de «¡Un voto es una escalera de incendios!». A las mujeres nos ha costado mucho conseguir el voto y necesitamos todavía mucha, pero que mucha voz. Si nos abstenemos, la perdemos. Que nos oigan.