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Juan R. Gil

El muro empieza a caer

Durante décadas, un estéril muro construido a base de agravios ciertos o inventados por las dos partes ha mantenido divididas a la segunda y la tercera ciudades en población de la Comunidad Valenciana, cuya potencia, de aliarse, se multiplicaría exponencialmente en todos los terrenos. En los últimos meses, la acción conjunta de las alcaldesas de Alicante, Sonia Castedo, y Elche, Mercedes Alonso; de sus respectivos segundos en sus ayuntamientos y de los responsables de las oficinas de Turismo y Eventos de ambos municipios, con el apoyo también del presidente de la Autoridad Portuaria y exlíder del PP provincial, Joaquín Ripoll, ha empezado a socavar ese muro de aislamiento, trabajando los hechos, no las palabras; es decir, haciendo política y haciéndola de forma discreta. El muro ya tiene serias grietas. Sigue existiendo, pero ya no puede impedir la comunicación. Ahora sólo cabe desear que caiga definitivamente lo antes posible.

A la chita callando, tan callando que si te descuidas ni nos enteramos hasta que los tenemos aquí, Alicante y Elche, con una oferta conjunta, han logrado cerrar para 2016 la celebración entre ambas ciudades del Mundial de Veteranos de Tenis de Mesa. Parecería un chiste, pero no lo es: se trata de casi 70 países participantes, de 5.000 personas asistentes y de un impacto económico, calculado en base a lo ocurrido en otras ediciones, de 12 millones de euros. Paralelamente, ambas ciudades comercializarán turísticamente sus atractivos como un solo destino en la mayoría de las ferias y canales de contratación turísticos.

Lo importante no son los eventos, sino lo que significa que Alicante y Elche empiecen a trabajar al unísono. No sólo en este asunto. También desde hace tiempo ambos ayuntamientos estudian la mancomunación de servicios básicos: alumbrado, limpieza, abastecimiento de aguas... Es muy complicado ajustar todas las piezas. Pero por poner el ejemplo más sencillo de los que están en revisión, Alicante tiene 150 edificios públicos y Elche 100. Es evidente que resulta más rentable para las administraciones sacar a concurso la limpieza de 250 edificios, que la de 150 por un lado y 100 por otro.

¿Qué ha pasado para que dos ciudades tan cercanas pero tan ensimismadas hayan empezado a hacer camino juntas? Hace muchos meses se escribió aquí que se daban las mejores circunstancias de la historia para que eso ocurriera. A saber: Alicante es la capital de la provincia y la ciudad más poblada, pero vive horas bajas así que los humos no los puede tener crecidos. Y eso facilita mucho las cosas. Como las allana el hecho de que Elche atraviese un buen momento, que le proporciona seguridad, le resta complejos y por primera vez no le basta con vivir feliz en su término, sino que quiere su puesto en la mesa en la que se toman las decisiones. Ambas ciudades son complementarias: Alicante tiene los hoteles que a Elche le faltan; y Elche tiene atractivos (para qué volver a hablar de los dos patrimonios de la Humanidad), que Alicante no puede inventar de la nada. Elche es una ciudad poderosísima industrialmente (la única en la que realmente, y por poco y malo que sea, crece el empleo), que quiere aprovechar la oportunidad para abrirse a nuevos nichos de mercado como pueden ser los eventos y el turismo. Alicante es una ciudad que se ha quedado sin industria, pero que puede apoyarse en el enorme crecimiento, en cantidad y calidad, que experimentó en tiempos de la malhadada burbuja inmobiliaria su planta hotelera para convertirse en centro de distribución y también en lo que siempre ha querido y nunca ha acabado de alcanzar: capital administrativa, de verdad. En medio de la peor crisis de la historia y con las instituciones de rango superior, como la Generalitat, en completo fuera de juego, sería una insensatez no aprovechar las sinergias que ambas ciudades pueden poner a funcionar en beneficio de sus ciudadanos.

Y luego está el peso político. Alicante tiene algo más de 335.000 habitantes, según el último censo. Al contrario que la provincia, la ciudad no ha perdido población. Elche, según ese mismo censo, cuenta con 230.224 residentes. Elche es la más poderosa de las ciudades de España que no son capitales de provincia y la tercera ciudad de la Comunidad, doblando en población a Castellón. En cifras redondas, y sin contabilizar los residentes no censados ni las respectivas áreas metropolitanas, entre Alicante y Elche suman 600.000 habitantes, frente a los poco más de 792.000 que tiene Valencia. Es decir: la alianza entre ambas ciudades igualaría la balanza de la Comunidad entre el centro y el sur y derivaría en un arma política de primer orden para reivindicar, ya en el Palau, ya en la Moncloa, necesidades que redundarían en beneficio de todos los ciudadanos de esta provincia. Las dos alcaldesas que así lo han entendido atraviesan distintas circunstancias: Mercedes Alonso es un valor en alza en el PP y Sonia Castedo es una incógnita mientras no se resuelvan, en un sentido u otro, sus procesos judiciales. Ambas son políticas ambiciosas y de mucho carácter, y de hecho su historia en común es una historia de choques y acercamientos. Pero todo eso hace más relevante aún el que hayan sido capaces en estos tiempos de mirar más allá de sus propios términos y buscar, si no la amistad, sí la complicidad en los asuntos que importan de verdad a los vecinos. Es un rasgo de inteligencia que ojalá se diera más a menudo.

Algunos hemos sostenido que Alicante y Elche juntas tendrían una capacidad de influencia enorme. Pero que ésta aún sería mayor si poco a poco consiguen atraer al club a otras dos potencias como son Benidorm y Torrevieja. Es una tesis muy bien argumentada por el sociólogo Mario Gaviria y el periodista José María Perea en varias de sus publicaciones. Torrevieja, con sus más de cien mil censados, es oficialmente la quinta población de la Comunidad, mientras que Benidorm es la capital turística de la misma y si se contabilizaran sus residentes no censados estaría igualmente entre las primeras ciudades por población. Y también aquí hay complementariedad, puesto que Torrevieja apostó por la industria turística residencial y Benidorm por la hotelera. El Ayuntamiento de Alicante ha empezado a poner en marcha ya la solución más lógica para las famosas lanzaderas del AVE, con el anuncio de que a partir de junio modificará la línea 06 del autobús urbano para que enlace la estación ferroviaria con la de autobuses y de allí se pueda llegar a cualquier destino. Costará algo más de un euro, pero es evidente que ese coste debe acabar siendo sufragado por el AVE como hace con el TRAM. Es un punto de partida para que Agustín Navarro se sume a la fiesta y la haga más grande. Saldríamos ganando todos, pero si lo piensa bien, probablemente quien más beneficio político obtuviera de un acuerdo sensato sería precisamente él.

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