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La censura enTwitter es lo que nos separa de los animales

A mí al final me va a dar un infarto, lo estoy viendo. Claro, empiezan limpiando las redes sociales de «indeseables» (que probablemente sean peludos, los indeseables suelen ser peludos) y ¿quién me asegura que no vayan a hacer en unos meses un barridito por los artículos de opinión? La idea me tiene aterrada, cualquier día se me planta una patrulla policial en casa y me detienen por haber hecho algún comentario no extremadamente optimista sobre el panorama político y económico.

Así que, aun a riesgo de que esta sea mi última columna en el diario Información, voy a tirar de la manta. La mano negra que controla este periódico lleva un año y pico obligándome a escribir mentiras. Me hacen soltar frases terribles para contribuir al mal clima social, para sembrar discordia entre la población. No voy a decir el nombre concreto de los responsables para que no tomen represalias contra mí pero vamos, que la culpa es toda suya (¿les ha quedado claro señores del Ministerio de Interior? ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh?). Seguro que hasta publican insultos en Twitter como «Puede que Rajoy no esté cumpliendo del todo con sus medidas electorales» o «La PAH no es ETA». ¡A la hoguera con ellos! Ya lo sabes, Fernández Díaz, si llega este escrito ante tus lindas pupilas, tenlo presente, soy inocente.

De hecho, creo que debería extenderse la persecución de comentarios insultantes a las barras de bar y las sobremesas de las reuniones familiares, dos focos de odio salvaje hacia el poder establecido, dos refugios de cuñados terroristas.

Imaginad lo mal que me siento cada semana cuando veo estos artículos llenos de odio y rencor, con mi nombre y mi foto al lado. Y más aún cuando estoy completamente convencida de que vamos a mejor, estamos saliendo de la crisis, remamos en la buena dirección, medio cegados ya por la luz al final del túnel. Todo está bien. Con lo que a mí me gusta un statu quo bien puesto.

En serio, tenéis que creerme. Yo no puedo ir a la cárcel, no sabéis lo mal que lo pasaba en los campamentos de verano. Una vez me pusieron un esparadrapo en la boca por haber dicho una palabrota, no digo más. ¡Y además tengo asma! Vamos, que no aguantaría ni dos semanas entre rejas.

Algunos podrían pensar que los verdaderos indeseables son los que arrastran a la desesperación a familias enteras, los que reducen a una generación a eternos bultos precarios, los que van escupiendo hambre y miseria por donde quiera que pasan, demasiado ocupados amontonando sus privilegios como para darse cuenta de los cadáveres que van dejando a su paso. Siempre está el típico listillo violento apuntando a la criminalización de la protesta y la reconversión de los derechos y libertades en meras anécdotas frivolonas. Espero que esos radicales antisistema sean los que caigan primero.

Y ahora, para demostrar mi deseo de colaborar en el mantenimiento del orden y la paz social, comentaré algunas de las cosas buenas de la vida que conservamos gracias al Gobierno de Rajoy: los cachorros, dormirse escuchando la lluvia, las croquetas y la banda sonora de Sonrisas y lágrimas. ¡Arriba las mordazas! ¡Viva la caza de brujas!

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