Las nuevas tecnologías han desarrollado prácticas sofisticadas para conocer los gustos del consumidor y así ponerle a su disposición aquello que demanda€ aunque él nunca tuviera la intención de revelarlo, y menos para compartirlo con extraños; «es por su bien, para darle lo que él quiere» se justifican piadosamente. Parece una práctica habitual de los grandes portales de información ocuparse de observar las entradas de los usuarios sobre este o aquél tipo de información de los servicios y productos que se interesan navegando por el buscador de noticias.

Ahora se ha extendido esta práctica comercial a la lectura de libros en soportes electrónicos aprovechando cualquier gesto del lector de e-books, las frases más subrayadas, las citas electrónicas o las palabras más buscadas en el diccionario para atraer nuevos lectores. Todo queda registrado una vez que el lector utiliza estas posibilidades ofrecidas como una utilidad más, lo cual permite sacar conclusiones comerciales porque toda esa información de los usos de los lectores quedan grabados, aunque deberían ser privados, como de hecho lo es el acto de leer. Se trata de una clara forma de lectura vigilada.

De momento, esta práctica se circunscribe a las lecturas en inglés ofrecidas por algunos portales de lectura tan poderosos como Amazon, Barnes & Noble y otros, que se sirven de la intimidad de los datos para interpretar los gustos de los lectores. Pero el tentáculo pronto llegará a otros idiomas. Así es como pueden saber si preferimos leer capítulos cortos o largos en las novelas negras, si se saltan un capítulo porque contiene muchas descripciones, etcétera. Luego, los editores digitales utilizan estos datos para «sugerir» a los autores que más venden que escriban sus novelas de acuerdo a las preferencias de la mayoría.

Pero todo esto no sirve de mucho si el gusto por la lectura languidece. ¿Quiénes serán los lectores de los e-books? Parece una evidencia que el mayor enemigo del libro en papel no es el libro electrónico sino la lectura rápida e hipertextual que exige la pantalla. Por eso ya se está desarrollando en la web una literatura digital, fragmentada y muy específica; otro tipo de lectura sin la profundidad -ni la calidad- del libro en papel. El principal problema es que los adolescentes no están pidiendo este aparato de lectura porque la realidad es que tampoco leen libros; en internet, leen en chats y poco más. Mientras tanto, se habla cada vez más del streaming o «los libros en la nube» y vaya usted a saber qué más cosas nos deparará la tecnología. Todo menos los lectores, cuya merma parece el verdadero hueso duro de roer. Es un problema educativo que no se soluciona a base de tecnología. Pero de esto, que es lo fundamental, se habla bastante menos.