Aunque no lo parezca, ya ha transcurrido más de la mitad de la campaña electoral de las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Y, en los días que quedan, todo apunta a que seguirán bajo el mismo entusiasmo general que los transcurridos. Y que el día 25 de mayo de este año son las votaciones, para el que no se haya enterado.

¿Cómo es posible que ante un hecho así, haya tanta desmotivación? No es algo nuevo ni que nos afecte sólo a nosotros. Del Parlamento Europeo suelen llegar pocas noticias positivas últimamente y sí, en cambio, muchas otras relacionadas con retiros dorados, enorme burocracia y poca incidencia real en la política diaria de la ciudadanía europea. Entre la Comisión Europea, la «Troika», la defensa de determinados intereses capitalistas y sus escasas competencias, el margen de actuación del Parlamento se reduce mucho. Si a ello se une el mismo problema que todavía hay en España en cuanto al bipartidismo (entre los grupos del PPE y social-demócratas suman hoy el 61% del actual Parlamento) y sus prácticas de alternancia controlada así como en su defensa de un modelo tan alejado del día a día, es comprensible que mucha gente vea estas elecciones como algo lejano y casi inútil. Pero se vota aquí no en Africa o Asia.

Y, sin embargo, la incidencia de la política europea en nuestras vidas es cada vez mayor. Aunque, curiosamente, parezca cada vez menor nuestra capacidad de influencia en que ésa política sea de una u otra forma. Se nos dice: votad y dejadnos hacer y así hasta dentro de cinco años. La verdad es que si las dos grandes formaciones políticas que, hasta ahora, han gestionado Europa no se encuentran así a gusto es que lo disimulan muy bien.

La abstención ante estas elecciones va en aumento. Se abstiene más gente que vota. Y esto parece que va a más. Pasa en toda Europa: En 2009 la media de participación fue del 43% y, en 18 de los entonces 27 miembros, no superó el 50%. En Eslovaquia fue del 20%. Cualquier día acabarán votando sólo los que van en las listas. Y dirán que su elección es legal, lo será, pero moralmente supone una nula representatividad.

En España, en las europeas de 2009 votaron 15.761.000 personas y se abstuvieron 18.500.000. O sea, votó el 46% y no quiso votar el 54%. Son datos escalofriantes y que deberían haber motivado profundas reflexiones. Pasados los primeros días todo siguió igual. Ahora, todas las encuestas predicen que puede aumentar el desencanto. En alguna recientemente publicada se habla de que más de 22 millones de españoles/as no tienen pensado ir a votar. Hasta parece que, por los grandes partidos, se acepte esto como algo natural e, incluso, útil para justificar las fuertes pérdidas de apoyo que se prevé para PP y PSOE. Siempre quedará el recurso de la baja participación ante los malos resultados.

Es hora de romper con el bipartidismo. Es cierto que no son exactamente lo mismo, pero se parecen cada vez más y, especialmente en política europea. Hasta se pusieron de acuerdo para modificar la Constitución en 24 horas y de tapadillo porque así lo exigía Europa. Y eso que la Constitución es intocable cuando así les interesa. Y en cuanto a recortes sociales los que pida Bruselas y, de paso, alguno más de propina.

Rajoy dice: gracias a mí no hemos pedido el rescate. Cierto, pero entonces es que seguimos secuestrados por la «Troika» financiera.

Por todo ello la solución no es abstenerse, eso es dejarles hacer a los de siempre. Y lo seguirán haciendo si no tienen enfrente a representantes suficientes de otras políticas que fuercen a Europa a cambiar, y prestar más atención a los sectores más desfavorecidos de la sociedad y menos a los grandes capitales y el FMI: cambiar prioridades para que la UE lo sea también social y representativa de toda la ciudadanía.

Acabar con el «austericidio» actual impuesto por Merkel y apostar por políticas impulsores del empleo y del crecimiento sostenible y transformarse en una referencia propia a ése nivel y dejar de ser una comparsa de EE UU, el FMI o los intereses de Alemania que no siempre coincidirán con los nuestros.

Otra Europa es posible y con el voto de los sectores transformadores de la izquierda podemos conseguirlo entre todos.