Nos imaginamos una sociedad, una comunidad o un país, donde nadie pague impuestos y toda la economía sea sumergida. No existiría Administración Pública ¿Para qué? Si no hay nada que administrar y por tanto no existirían políticos, por lo que tampoco existiría corrupción política. ¡Qué bien! Tampoco existiría déficit público ni deuda pública, por lo tanto no tendríamos que estar soportando las aburridas noticias económicas que nos bombardean en este sentido con unos aburridos señores que no saben hablar de otra cosa. Como no se pagan impuestos quizás tendríamos algo más de dinero para gastar, de la misma forma que los ciudadanos de rentas más altas serían más ricos y podrían comprar más yates, más joyas y tener todavía mayores mansiones. Pero claro, no existiría educación pública. Cada ciudadano tendría que pagar de su bolsillo la educación de sus hijos. Tampoco tendríamos sanidad pública, por lo que también tendríamos que pagar el médico, las intervenciones quirúrgicas, los medicamentos? ¿Hemos calculado alguna vez cuanto puede suponer este gasto en una familia durante toda su vida? Y que tengamos la suerte de que no se presenten enfermedades complicadas porque posiblemente nos arruinarían.

Por supuesto, deberíamos olvidarnos de la asistencia social. Cuando seamos viejecitos o si somos dependientes debemos tener claro que debemos tener dinero suficiente para que alguien nos pueda atender, porque las residencias de atención a dependientes serán privadas, no habrá residencias públicas. ¿Y las pensiones? Ya podríamos ir guardando cada mes un poco del dinero que ganamos para cuando llegue la edad de jubilarnos, porque tampoco existirán las pensiones públicas. Así mismo, si pretendemos hacer un viaje por carretera, vayamos preparando la cartera, porque si no hay Administración Pública ¿Quién va a construir las carreteras? Lo harán empresas privadas que cobrarán a cada vehículo que circule por ellas. Preparemos también una buena cartera para subir al tren. ¿Por qué quién construirá las vías para que pueda circular el tren? Puede ser que también sean empresas privadas, pero ¿cuál sería el precio del billete si tienen que realizar toda esa inversión: adquirir terrenos para construir las vías, la construcción de éstas, los trenes..? Posiblemente, la clase media y los ciudadanos con menor poder adquisitivo tendrán que quedarse siempre en su ciudad, porque viajar será un lujo que sólo se podrán permitir las personas con niveles de renta muy altos. Creo que todo esto son razones convincentes para tener claro y concienciarnos de que tenemos que acabar de una vez por todas con el fraude fiscal y la economía sumergida. No podemos seguir siendo una sociedad en la que el fraude fiscal se aplaude, con una economía sumergida en torno al 25% del PIB. Esto supone que unos 250 mil millones de euros al año se escapan del control de Hacienda, lo que significa que las arcas públicas dejan de ingresar anualmente unos 80 mil millones de euros (la presión fiscal en España es del 32%, en la UE del 39%). ¿Nos podemos imaginar la inversión pública que se podría realizar con ese dinero que no se recauda y por tanto los miles y miles de puestos de trabajo que se podrían crear? Podríamos mejorar la atención sanitaria y reducir las listas de espera. Dejaríamos de pagar el copago sanitario. Podríamos mejorar los servicios sociales. Los dependientes podrían recibir a tiempo los subsidios que se les aprueba. Quienes tienen la ayuda para la vivienda la recibirían. La enseñanza dejaría los barracones y mejoraríamos la educación pública. España es uno de los países de la UE con mayores tipos impositivos en la renta y mayores tipos impositivos en el IVA, sin embargo, somos de los países con menor presión fiscal. ¿Por qué? Simplemente por el gran fraude fiscal existente, que no se persigue adecuadamente. Necesitamos aumentar el número de inspectores fiscales, pero lo fundamental es que todos debemos implicarnos en terminar con esta lacra que puede llevar a nuestro país a unas desigualdades tremendas, en el que unos pocos (los ricos) cada vez vivirán mejor y los más (la mayor parte de los ciudadanos) seremos cada vez más pobres. Es necesario que desde pequeños se eduque al ciudadano en este sentido, explicándole por qué son necesarios los impuestos. Todos debemos ser conscientes de que defraudar nos hará más pobres a todos. La redistribución de la riqueza no se puede realizar sin los impuestos. Todos debemos colaborar para que el país avance, para que mejore la educación, para que la sanidad sea cada vez más eficaz y eficiente, para que los servicios sociales puedan desarrollarse y destinarse a una población cada vez más mayor y con mayores necesidades asistenciales. Para que tengamos mejores carreteras y se reduzca tanto los tiempos de viaje como la siniestralidad y los accidentes. Para que tengamos un transporte público cómodo, rápido y seguro. Para que en definitiva mejore nuestro estado del bienestar. Pero repito, sin impuestos nos veremos abocados a ser un país donde cada uno se las tendrá que arreglar por sí sólo. Un país pobre.

Otra cosa bien distinta es la forma de recaudarlos, mientras los socialdemócratas consideremos que deben ser las rentas más altas quienes soporten principalmente la carga fiscal mediante impuestos directos, los neoliberales consideran que deben existir unos impuestos indirectos altos, de forma que todos paguemos lo mismo por los productos y servicios que consumimos (independientemente de los ingresos). Así mismo, los socialdemócratas defendemos la redistribución de la riqueza con un estado del bienestar en el que todos los ciudadanos, sean de la condición que sean, puedan acceder a la educación, la sanidad y la asistencia social. Los neoliberales consideran que cada ciudadano debe pagarse su propia educación y su propia sanidad, y si necesita asistencia social que también se la pague.Todas las opciones pueden justificarse apoyadas en razonamientos expuestos con más o menos oportunidad -u oportunismo, diría yo-, pero no todas se pueden implementar. Habrá que debatir, analizar, planificar y, sobre todo, elegir un rumbo. Pero, de hacerlo, que sea aplicando criterios objetivos y cuantificables.

O sea, que habrá que aclararse.