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José Ramón Navarro Vera

La ciudad de los solares

Wim Wenders, el director de películas como «Cielo sobre Berlín» o «Lisboa Story» en las que la ciudad tiene un papel protagonista, sostiene que lo roto deja más su huella en nosotros que lo terminado. La superficie rugosa de lo roto se fija en la memoria, mientras que resbala por las superficies pulidas de lo entero o terminado. Quizá sea esta una de las razones inconscientes de la atracción que sobre nuestra mirada tienen los solares, esos vacíos entre descarnadas medianeras, unas veces llenos de escombros y otras albergando una vegetación profusa, incluso con árboles de cierto porte, restos de patios interiores de las viviendas que allí existieron.

Un solar es un lugar que se proyecta hacia el futuro, donde otras vidas irán a ocupar el vacío de las que lo han abandonado. En ocasiones, es posible encontrar sobre los muros medianeros que rodean un solar rastros de la vida que allí aconteció: en los papeles pintados de las habitaciones, en los azulejos de baños y cocinas, o en los restos de láminas u otros detalles ornamentales. Uno se siente conmovido ante esta violación de la intimidad de quienes allí habitaron.

Los solares forman parte del paisaje urbano de algunas zonas de Alicante. En los barrios de Pla-Carolinas y San Antón se contabilizan más de doscientos veinte solares que, en conjunto, suman una superficie próxima a las tres hectáreas de suelo vacante en un territorio urbano en donde los espacios libres y áreas verdes son irrelevantes. Algunos de esos solares sin edificar son un reflejo de la crisis, pero hay otros que llevan años como tales.

El proyecto «Desolats» desarrolla una actividad de exploración del potencial de los solares en esos populosa, densa y compacta, barrios de la ciudad para la implantación de usos públicos efímeros, itinerantes o incluso permanentes. Ya ha cumplido cinco años el huerto urbano localizado en un solar próximo a la plaza de Pío XII, gestionado directamente por los vecinos.

El paisaje urbano no es una forma fija, cambia con el tiempo. El ámbito privado de la forma urbana, constituida básicamente por la edificación residencial, establece unos ritmos temporales de demoliciones y nuevas construcciones que puede ralentizarse o detenerse por una crisis como la actual, dejando una escena urbana rota por decenas de solares como ocurre en estos barrios alicantinos. Pero al actuar sobre los solares, los vecinos se convierten en agentes transformadores del paisaje urbano, y el mercado inmobiliario ya no es el único que rige los ritmos de ocupación de los solares.

Iniciativas de esta clase constituyen la emergencia de otra manera de hacer ciudad y de gestionarla: un urbanismo de austeridad dirigido de abajo-arriba y donde el espacio público adquiere su verdadera dimensión pública. Frente a tanta retórica sobre la participación pública en la construcción de la ciudad, estas acciones nos muestran el verdadero rostro de la participación: una práctica que desde una posición autónoma del poder municipal busca que los ciudadanos sean capaces de decidir por sí mismos qué ciudad quieren sin tutelas de nadie.

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