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Si botín sonríe...

EL PARAÍSO PERDIDO

El párroco de Canena (Jaén) lamentó en su homilía de ayer que las mujeres hayan pasado de ser apaleadas a asesinadas por sus parejas y bien pudo culminar la excursión sociológica con un bíblico «y al séptimo día descansé». El latiguillo «con Franco pegábamos mejor» queda incluso revolucionario y la moraleja atinada sería más bien «con Trento quemábamos mejor», un apunte que los feligreses habrían recibido con menos murmullos y más devoción. No es que el párroco expresara algo distinto de lo que puede escucharse en muchas partidas de dominó o tute, pero esta sinceridad descarnada escandaliza en estos tiempos propensos a los escándalos de cuota. De manera que ya hay quien pide a Gallardón la tipificación del delito de machismo, un imposible ontológico para quien todavía no ha decidido qué es un aborto punible o el delito fiscal, y puede que las «Pussy Riot», o como se llamen esas destetadas histéricas, programen una visita a Canena como un nuevo Santo Oficio para autos de fe postmodernos.

LA CAJA

Una de las cadenas del oligopolio audiovisual anda lloriqueando porque el Gobierno le obliga al cierre de varios de sus canales y por un momento me he compadecido de estos emprendedores acosados por la arbitrariedad. Sin embargo, ocurre que estos canales operaban ilegalmente y han sido Bruselas y el Tribunal Supremo quienes han forzado a nuestro virginal Gobierno a rectificar una decisión que apestaba a amiguismo. Además de la ley, esa aguafiestas que aquí procuramos evitar como a los parientes pesados, ganan los telespectadores. Porque la programación de los canales felizmente desaparecidos constituía un compendio insuperable de «reality», ese subgénero que presenta como veraces peripecias en que todo es falso, enriquecedores concursos de tatuajes y piercings, retos sobre cuántas hamburguesas devorará un cretino o la epopeya de algún Indiana Jones legañoso que se interna en la jungla para alimentarse de escarabajos peloteros. Casi todos estos programas son estadounidenses, un pueblo rústico sin nuestro bagaje cultural. Eso sí, nosotros los emitimos a la hora de los deberes.

POMPEYA CAÑÍ

Supongo que dentro de varios milenios los turistas de Júpiter visitarán España como ahora millones de personas admiran el Partenón o la Torre de Pisa. Pero entonces fotografiarán estaciones abandonadas, autovías sin destino, puentes titubeantes, aeropuertos donde anidan todas las palomas del hemisferio norte y, por supuesto, algún edificio de Calatrava del que sólo se conservará la placa de inauguración. Seremos la mayor reserva arqueológica del sistema solar gracias a la tenacidad con que hemos acumulado esa clase de patrimonio intangible que los puristas llaman «antigüedades» y los más prosaicos «ruinas» en su doble sentido. Aunque tardíamente, en Bruselas han captado la esencia del negocio de las infraestructuras españolas, un milagro de los panes y los peces a la inversa: cuanto más se encarece el coste de una autopista, menos kilómetros tiene. Lo sucedido ahora con un tramo del AVE en Cataluña es otra piñata en esta verbena perpetua que resiste cambios de siglo, régimen y siglas.

SEGUNDOS FUERA

Es de agradecer que las Cortes de nuestra Comunidad apenas se reúnan ya que en otro caso cualquier día ocurrirá una desgracia, tal es el pundonor nipón-venezolano con que sus señorías afrontan la defensa de la gestión de Fabra o su crítica. Cotino, un señor apacible que siempre parece estar rezando o fantaseando con sus caquis, preside esta algarada ininteligible en la que abundan los desplantes de guardería, el navajeo con trajes de «El bigotes» o camisetas del top-manta y discursos con la densidad retórica de una conferencia magistral sobre gallinas pintas de Guinea. Nada que ver desde luego con Lady Astor y Churchill: «Si fuera su mujer le pondría veneno en el té». «Y si yo fuera su marido me lo bebería». Uno podría preguntarse razonablemente por qué se esfuerzan en reñir cuando nadie les presta atención, pero en realidad nadie les presta atención porque sólo parecen interesados en reñir.

ESPAÑA, S.A.

Rajoy recibió ayer a una representación selecta del empresariado español para garantizarles que esto marcha aunque no hacía falta tanto frenesí eufórico. Botín lo aclaró en los prolegómenos del encuentro: venía a felicitar al presidente por su gestión económica. A Rodríguez Zapatero también le felicitó hace unos años y no es criticable la coherencia del primer banquero de España: le va bien con cualquier Gobierno. Inútil mencionar que los convocados no representan un corte transversal adecuado de la sociedad española, ni siquiera una maqueta a escala reducida de nuestras empresas. Son los plutócratas de un país convaleciente en el que los más débiles se han empobrecido irreversiblemente mientras ellos recibían tratamiento vip del BOE y la UE por aquello tan majestuoso de proteger al sistema financiero (léase su dividendo) y a las entidades sistémicas (como se sospechaba, finalmente casi todas eran sistémicas). Pero me adhiero por patriotismo al mantra del guateque monclovita: si Botín sonríe, España funciona.

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