Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ahora tocan buenas noticias

Como era previsible, la campaña mediática que nos están suministrando tenía que acabar con la traca final de los datos del paro registrado, que se han conocido esta semana. Dado que el paro es el principal problema que identifican los españoles, la propaganda del gobierno tenía que terminar ahí, culminando una extraordinaria ofensiva dirigida a hacernos creer que ya se le ha dado la vuelta a la tortilla y que dentro de poco volverán los días de vino y rosas. Para ganar elecciones, marcar los tiempos es muy importante y hay que reconocer que el Gobierno está haciendo todo lo posible para conseguirlo. Aunque, para ser sinceros, habremos de señalar que la estrategia tiene su origen en Europa, en los círculos que, hoy por hoy, deciden casi todo.

Seguir las diferentes posiciones que se van adoptando, de acuerdo con la evolución de la crisis económica, permite comprobar el peligro de algunos inmovilismos. En 2008, tras los primeros embates que estuvieron a punto de colapsar el sistema financiero internacional, los países del denominado G-20 llegaron a la conclusión de que hacían falta políticas de estímulo al crecimiento, por la vía del gasto público. Siguiendo esa línea, Zapatero puso en marcha algunas políticas de estímulo de la demanda, como las obras públicas del denominado «Plan E». Otros países hicieron cosas parecidas, lo que permitió una mejora de la situación económica que se hizo apreciable durante los últimos meses de 2009 y los primeros de 2010. Fueron los famosos brotes verdes, que provocaron todo tipo de bromas pero que han quedado en las series estadísticas. Nuestros problemas se agravaron a partir de mayo de 2010, cuando desde la célebre «troika» (Consejo Europeo, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) se impuso una política de feroz austeridad, que colocó el objetivo de la política económica en la rápida reducción del déficit público, hasta alcanzar la cifra mágica del 3%. La presión de estos organismos internacionales forzó a Zapatero a cambiar de política, proponiendo un conjunto de medidas dirigidas a recortar el gasto público, para reducir el déficit. Esta política económica se convirtió en norma en Europa, con el argumento de la aversión de los mercados al déficit y la amenaza de la prima de riesgo. Con el tiempo, hemos podido ver cómo el problema era la vulnerabilidad del Euro, ante la inacción del Banco Central Europeo y cómo bastó una amenaza de intervención del Presidente del mismo para que se acabara el problema de la citada prima.

El inmovilismo europeo, en su obsesión por el déficit, ha ocasionado un daño irreparable a millones de ciudadanos que han perdido empleo, prestaciones sociales y expectativas de vida. En otros países, como Estados Unidos, mantuvieron las políticas de estímulo acordadas en 2008 en el G-20 y ahora tienen un nivel de desempleo que no llega al 7%, mientras en el conjunto de Europa supera el 11% y en España el 26%. Esta diferente evolución de la crisis debería haber llevado a una profunda reflexión sobre la idoneidad de las políticas aplicadas. Algunos lo han hecho. El FMI ha revisado el impacto de la austeridad en la evolución de las diferentes economías, concluyendo que se han cometido errores a la hora de forzar los ajustes. Consecuentemente, se empiezan a apreciar diferencias respecto de la austeridad que se sigue defendiendo desde las Instituciones europeas. La evidencia del círculo vicioso en el que nos hemos instalado (austeridad para reducir el déficit, quiebra del crecimiento, incremento de la deuda, más austeridad?) ha llevado a la ruptura en las posiciones monolíticas que se venían manteniendo en el seno de los organismos internacionales.

Pero el problema es que se acercan las elecciones europeas y los ciudadanos someten a examen lo hecho. La realidad de la situación socioeconómica europea es inaceptable, sobre todo en los países periféricos del sur. Salvo los gobiernos de aquellos países que están cómodos con la política europea actual, Alemania y sus satélites, el resto va a recibir un duro castigo en las urnas. Eso también preocupa a la derecha que lidera Europa. El horizonte de atomización electoral que se aventura para los países que peor lo están pasando, garantiza un futuro de inestabilidad política que no beneficia a nadie. A los económicamente potentes, tampoco.

De ahí la gigantesca campaña de imagen para evitar el derrumbe electoral, con todo el aparato oficial europeo y los grandes medios colaborando en la operación. Hay que persuadir a todos de que las políticas aplicadas son las correctas. No sólo en España. Necesitan convencernos de que va bien hasta Grecia o Portugal, con lo que estamos viendo. Es la única forma de pedir paciencia, para lo que llevamos y para lo que viene.

En España, meses de una sostenida operación mediática, que ha llevado al Gobierno a injerencias antes inimaginables en los grupos de comunicación, han estado a punto de irse al traste por los malos datos de la Encuesta de Población Activa del primer trimestre: seguíamos destruyendo empleo. Pero no hay miedo. De nuevo se monta una gran operación mediática en torno a las cifras del paro registrado, cifras que todos los profesionales consideran muchísimo menos fiables y no homologables, como lo son las de la EPA. El Gobierno y los poderes económicos vuelven a derrochar capacidad para anunciar, donde y como sea, que las cosas van sobre ruedas.

El martes celebraban (?) las cifras del paro registrado pero el miércoles se hacía público un Informe de vigilancia de la Comisión Europea que recordaba que «España debe seguir por la vía de los ajustes económicos». Seguimos en el círculo vicioso: continúan proponiéndonos recortes para que vuelva a caer la economía y sigamos siendo incapaces de controlar el déficit. Pero de los recortes no nos hablarán hasta que pasen las elecciones europeas. Tienen que ganarlas como sea, así que ahora tocan las supuestas buenas noticias.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats