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A Alicante ni agua

Con datos estadísticos en la mano nos dicen los geógrafos y meteorólogos que Alicante está padeciendo la más horrible sequía desde finales del siglo XIX, con cifras pluviométricas de climas semidesérticos.

A pesar de atribuirse las mismas a la contaminación de la atmósfera, agujero de la capa de ozono y deforestación, entre otras causas, lo cierto es que desde siempre nuestra tierra ha padecido durísimos ciclos de sequía a los que suelen suceder no menos temibles gotas frías. Ahora se ha cumplido precisamente el 525 aniversario del «milagro de la lágrima», primera rogativa «ad petendam pluviam» de la Santa Faz que se hiciera para pedir en 1489 agua del cielo con la que regar los yermos campos de nuestro entorno.

Ya en 1420 plantearía el concejo de Elche un proyecto de traída de aguas del Júcar al Vinalopó, pretensión frustrada que se intentó de nuevo en 1535, 1668, 1776, 1841, 1857, 1862... y para qué seguir. Ahora es una realidad pendiente de hacerse efectiva, primero porque hay que reparar el embalse regulador de San Diego en Villena que, inconcebiblemente, tiene graves fugas antes de entrar en servicio, y segundo porque el agua, de muy escasa calidad y sólo útil para el regadío, llega desde cerca de la desembocadura del Júcar en Cullera, concretamente en la toma del azud de la Marquesa, siendo una vieja reivindicación que arribe de Cortes de Pallás, poseedora de una mayor calidad que la haría apta para el consumo humano.

La lucha de los agricultores de la provincia de Alicante por el aprovechamiento integral de sus escasos recursos hídricos, hizo posible la construcción del pantano de Tibi, obra maestra de ingeniería hidráulica que se concluyó en 1594 y ahí sigue: a él siguieron los de Elche, Relleu y Elda, en 1632, 1653 y 1664 respectivamente.

Mi bisabuelo Joaquín Santo Boix presentó en Elche el año 1906, cuando se crea la Sociedad Nuevos Riegos El Progreso, un innovador proyecto de trasvase del Ebro a las provincias de Teruel, Valencia y Alicante, con dos propuestas de toma, en los zaragozanos municipios de Pina y Escatrón en la Ribera Baja.

El último, de momento, Plan Hidrológico Nacional, contemplaba ese trasvase de excedentes del Ebro cuyas obras comenzaron y abortó la ministra Cristina Narbona, presionada por los ultranacionalistas catalanes del Tripartito que nunca han querido dar ni una sola gota a la Comunidad Valenciana por mucho que se pierda al mar en el delta.

La Sociedad del Canal de la Huerta de Alicante, que continúa floreciente en la actualidad, se constituyó en 1907 para realizar un trasvase desde los pozos del Zaricejo en Villena hasta la sedienta huerta de Alicante cuyos labradores carecían de agua hasta para beber y cocinar. Aquello propició una de tantas «guerras hídricas» para cuya pacificación relativa hubo de intervenir el mismísimo jefe del Gobierno José Canalejas.

Manuel Lorenzo Pardo redactó en 1932 el primer Plan General de Obras Hidráulicas que tuvo España, donde se contemplaba el trasvase Tajo-Segura y que truncó la guerra civil para retomarse durante el franquismo. En el cine Monumental de Alicante y luego en el almuerzo ofrecido en el tinglado de la Lonja de Frutas y Verduras el 26 de febrero de 1933, el ministro de Obras Públicas Indalecio Prieto hizo un canto a la política de llevar agua de donde sobraba, incluido el río Guadiana, hasta donde hacía falta, sobre todo el sureste.

Recientemente, el ya ex ministro Miguel Arias Cañete ha aportado luz al tema de garantizar los trasvases a Alicante porque no olvidemos que la disposición transitoria primera del proyecto de reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha contemplaba finiquitar el del Tajo-Segura en 2015.

Pero los recelos del campo tanto albaceteño como valenciano respecto a ceder agua a Alicante sigue muy presentes. La Confederación Hidrográfica del Júcar está presidida por María Ángeles Ureña quien fuera mano derecha del conseller José Ramón García Antón, el político alicantino que más ha hecho por la traída de agua a nuestra provincia. Y los agricultores de La Ribera siguen oponiéndose a que nos lleguen excedentes de calidad, algo que, insisto, viene de antiguo.

Nicasio Camilo Jover, el historiador y periodista que tanto luchó a lo largo del siglo XIX por defender proyectos de toda índole que supusieran una mejora para los ciudadanos alicantinos, ya reivindicó en su tiempo el canal del Algar y en su libro de 1863 Reseña Histórica de la Ciudad de Alicante reproduce íntegramente el acta de la Junta celebrada en Almansa el 6 de agosto de 1841 por representantes de las diputaciones de Albacete, Valencia y Alicante, con ingenieros de Caminos de estas dos últimas, para tratar sobre «la canalización del Júcar en beneficio de la provincia de Alicante».

Desde la página 87 de la precitada obra hasta bien pasada la 100 se puede comprobar la «negativa obstinada» del agro valenciano, con las mismas argumentaciones de ahora, a permitir al campo alicantino «las aguas sobrantes, entendiéndose por tales las que Valencia no aproveche», indicándose que un trasvase regularía el caudal del Júcar ante las temidas avenidas que provocaban devastadoras riadas en el cauce medio y bajo.

Albacete consideraba la pretensión de Alicante de lo más razonable mientras Valencia aducía que no había sobrantes y que históricamente el agua del Júcar era de los agricultores valencianos y de nadie más, añadiendo argumentos tan banales como que los presuntos excedentes se producirían sólo cuando lloviera mucho sobre el Júcar lo cual coincidía con iguales precipitaciones en los cauces alicantinos.

Vemos que el tiempo pasa y, centuria tras centuria, sigue habiendo quien piensa que a Alicante ni agua.

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