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Mentiroso compulsivo

La mentira compulsiva es una tendencia a mentir de forma reiterada, mezclando verdades demostrables con invenciones, que pretende unos beneficios inmediatos tales como evitar hacer daño a alguien, evitar sentir vergüenza o culpa, eludir conflictos, alcanzar una ventaja social o evitar pérdidas significativas.

La persona que presenta dicha tendencia no suele admitir sus mentiras ni se preocupa por las repercusiones que estas acarreen a los demás, ya que para ella es algo totalmente natural. Una vez adquirido el hábito, no se detienen en valorar hasta qué punto es necesaria la nueva mentira. Su transformación de la realidad es sistemática. Podemos compararlo con una adicción, en el sentido de que la persona acaba sintiéndose incapaz de evitarlo. La manipulación de los sucesos termina por convertirse en un rasgo de su personalidad.

Este hábito suele iniciarse en la infancia, cuando el entorno del niño es inseguro e indefenso. Posteriormente, la tendencia se agudiza cuando el sujeto se encuentra en momentos de estrés o situaciones comprometidas y resuelve alterar la realidad con sus explicaciones, encontrando en este modo de actuar el camino más fácil.

Un mentiroso compulsivo generalmente es una persona insegura de sí misma que siente la necesidad de llamar la atención de los demás o de mejorar en algún aspecto. Por eso, acaba convirtiéndose en un rasgo de la personalidad neurótica, que intenta llamar la atención cuando se encuentra frente a otra persona que considera mejor que él.

Como método preventivo, resulta muy útil no castigar exageradamente al niño que comienza a mentir, ni darle demasiada importancia. En las edades tempranas este hábito es sólo un producto de la imaginación y forma parte de su maduración.

Una vez instaurado el problema, diversas investigaciones proponen detectar las mentiras a través de un estudio de rutina. Por su parte, científicos de la Universidad de Pennsylvania han demostrado que las mentiras pueden detectarse por medio de imágenes obtenidas con resonancia magnética funcional del cerebro, con una precisión del 99%.

Curiosamente, también se han hallado diferencias estructurales en el lóbulo frontal de los mentirosos compulsivos, que presentan menores índices de materia gris que las personas que no ejercen esta práctica.

Si nos encontramos con alguien con este problema, lo más recomendable es definir firmemente los límites entre la salud mental del mentiroso y la nuestra.

Resulta imposible ayudarle si nos sentimos desconcertados por sus engaños o nos empeñamos en creer en él. Hemos de recordar que el acto de mentir está por encima de su propia voluntad.

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