Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Delatores

En el fútbol nadie quiere ser acusado de delator. Ni siquiera lo desean los jugadores en la mayoría de los casos cuando tras un rifirrafe llegan a los micrófonos y dicen aquello de que lo que sucede en el campo queda para ellos. Hay hechos en los que por el bien público, por la decencia moral y el mantenimiento de las buenas costumbres debería existir la acusación. Todo cuanto es perseguible de oficio debería contar con la solidaridad de los espectadores. Denunciar al agresor, al transgresor, no es actuar como acusica. Cuando se extirpa de una grada un individuo cancerígeno se hace un favor a la sociedad. Esta vez el memo que lanzó un plátano a Dani Alves en El Madrigal no se ha valido del anonimato que suelen conceder las gradas y ha comenzado a recibir los castigos merecidos.

El imbécil que lanzó un plátano ha hecho un daño de dimensiones casi universales. El idiota, que mostró su estúpida actitud xenófoba, ha conseguido que el club, y el fútbol español de consuno, anden en lenguas. El Villarreal, que no ha conocido graves problemas en su estadio, en esta misma temporada ha padecido dos actos reprobables. El primero fue el lanzamiento de un bote de humo que obligó a abandonar las gradas a miles de personas aunque, afortunadamente, se hizo con calma y sin ningún grave accidente. Ahora, el Villarreal, que naturalmente ha tenido en sus filas a más de un negro, tiene la puerta dieciocho dedicada a Marcos Senna, cuenta en el equipo con un moreno como Gio dos Santos y que nunca ha tenido problemas raciales, quedará manchado por mucho tiempo por el lanzamiento de un plátano a Dani Alves. Por cierto que éste tuvo una actuación plausible porque en lugar de denunciar el hecho al árbitro mondó la banana y se la comió.

El Villarreal ha tratado siempre de evitar problemas en las gradas. El más grave, la causaron seguidores del Espanyol, que derribaron una valla. Por ello decidió dedicar un córner a los visitantes. No contento con ello levantó una grada aislada del resto para evitar problemas. El córner quedó ahora para animadores jóvenes y de allí partió el lamentable lanzamiento. Del terrorista del bote de humo, material militar que no está a la venta en cualquier sitio, no me costa que haya tenido castigo. Por lo visto, nadie de percató de la acción y nadie lo denunció. El bananero sí ha tenido testigos que no le han protegido.

La seguridad en los estadios, en muchos casos, depende de la actitud de los espectadores y estos son, solidariamente, responsables del crecimiento de los grupos ultras -El Madrigal nunca los ha tenido- porque mirar hacia otro lado es perjuicio general. Esta vez no sólo ha sido manchado el nombre de un club de fútbol, sino también el de su ciudad en donde hay convivencia pacífica con foráneos de diversa raza y religión. La única eximente que cabe al borrico es pensar que no llevó el plátano como acción meditada, sino que formaba parte de su cena ya que el partido era nocturno. Se cachea a los espectadores y sin embargo, se cuela el del bote y sólo falta que se prohíban los bocadillos porque algún estúpido también lo puede echar al césped.

Quedó manchada una noche en que los jugadores del Villarreal lucieron una camiseta con el lema en catalán de «Tito per sempre» y en el estadio, durante el minuto de respetuoso silencio, no sonó la obra del villarrealense Francisco Tárrega «Lágrima» interpretada por un guitarrista, como es costumbre, sino que en honor a Tito se escuchó la música de «El cant del ocells» de Pau Casals, Se cambió el sonido de la guitarra por el violonchelo. Luego llegó el necio de turno y su estulticia nos llenó de mierda a todos. Que el club, una vez identificado el memo, haya anunciado que le prohíbe la entrada de por vida no será suficiente.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats