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Los cielos están cambiando

Dicen que para jurar por Dios hay que mirar al cielo. Imagino que para ponerlo en solfa también pues ya podía haber sido un poco más solícito en las últimas oposiciones a Santo y no dar el aprobado a los nuevos mediadores (Juan XXIII-Juan Pablo II: un 1 en la quiniela) exigiéndoles por lo menos la curación esotérica de algún gay aparte de las de las consabidas y tan bien traídas monjas. Pero lo que su Iglesia ha dictaminado que no lo deshaga Dios no sea cosa que éste se cabree y nos mande a vivir gobernados otra vez por el PP en las próximas elecciones. Eso no lo aguanta ni él mismo.

Es lo que tiene ser santo: un par de milagritos -en ocasiones basta uno- y ya lo eres para siempre. Y es que para un santo un milagro es como para un roto un descosido, como el que tiene un hijo o una hipoteca o un dedo gordo, gordo: que es de por vida. Ya se podían haber estirado un poco más estos magos dejando a la peña más reconfortada antes de partir a los cielos, a la derecha, ¡cómo no!, del Padre. Pero los milagros son como el precio de los recambios de tinta de la impresora: están por las nubes. Y por eso ni dependientes ni parados -muchos de los primeros están muertos y los segundos han perdido la fe- han merecido ser objeto de ninguna consideración por sus partes. Con la falta que les, nos, hace. No da resultado ni la Virgen a la que se encomendó nuestra ministra de Trabajo. Tan fervorosa y devota ella. ¡Ay si Mariano Rajoy estuviese políticamente vivo! ¡Ay si Aznar levantara la cabeza o sus abdominales!

Por tanto, y en cuanto me viene el recibo de la luz o la nómina, suelo mirar al cielo. Y hace semanas que no solo juro en latín sino que me lo encuentro surcado de extrañas estelas blanquecinas de múltiples entramados formando a veces cuadrículas imposibles y exageradas, ¿es una nube?, ¿es un avión?, ¿es Superman? No sé lo que es; no sé darle ninguna explicación. El asunto es que de un tiempo a esta parte vienen apareciendo cada vez con mayor insistencia esas estelas en el cielo alicantino. Y como a mi curiosidad le pasa lo que a los yogures de Cañete, no caduca, me da por ponerme conspiranoico y por pensar que esas estelas blanquecinas, esos Chemtrails (estelas químicas) son fumigaciones masivas efectuadas por aviones para combatir el cambio climático. Aparatos celestiales transformados -vía modernidad- en las nuevas rogativas, en los nuevos santos desplegados para hacer, o no, llover, cuando antaño nos bastaba con la Virgen de la Cueva. ¿Son realmente las fumigaciones clandestinas aéreas una nueva amenaza contra el medio ambiente y la salud pública? Llámenme conspirador pero lo cierto es que algunos países manipulan el clima tras desarrollar la tecnología geoingeniera adecuada para ello. Ya existen más que suficientes para desarrollar artificialmente nieblas, lluvias, granizo, nevadas y huracanes. Y también para lo contrario. Nos lo tendríamos que hacer ver por algún partido de esos que se presentan a las próximas elecciones.

Esas estelas podrían ser el nuevo anuncio de Nivea, esa que antaño repartía balones a baja altura, no digo yo que no, pero el asunto es que, después de preguntar a un amigo piloto me comenta que no cree que sean estelas de condensación producidas por el paso de aviones. Éstas, añade, se producen cuando los mismos sobrevuelan por encima de los 8.000 metros, con una humedad del 70% y una temperatura de entre 35 y 40º bajo cero y son difíciles de ver desde tierra. Sin embargo, éstas están apareciendo en todo tipo de condiciones atmosféricas y altitudes; incluso como las que ocurrieron el lunes pasado, y resto de la semana, a unos dos mil metros. Cualquiera de ustedes puede verlas y hacerse las mismas preguntas. Otra cosa es la respuesta.

Según algunas asociaciones, que dicen poseer investigaciones sobre las mismas, dichas estelas depositan sustancias tales como aluminio, bario, estroncio y titanio, entre otras, indicando también que la dispersión de metales en la atmósfera, que pretende presentarse como la inevitable y necesaria creación de un filtro solar global que disminuya el calentamiento global, esconde otros objetivos menos confesables.

Si esto fuese mentira, esos dos gobiernos que llevaron propuestas de geoingeniera a sus parlamentos nacionales (EE UU y Reino Unido) anunciando la ejecución del programa SPICE (Inyección Estratosférica de partículas para Ingenierizar el Clima), no habrían tenido que recular ante la reacción popular y la presión de determinadas ONG. No entiendo nada. ¿Qué está pasando en los cielos de España? Eso, sí, entendida como una unidad en el destino, que diría Rajoy.

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