José Alfaro dirige y presenta en la Radio UMH el magazín cinematográfico «El contraplano». Tan entregado está a él y tanto disfruta desempeñando su labor que la semana pasada no quiso ni supo quedarse con las ganas y, ni corto ni perezoso, lo realizó y transmitió por streaming para que los fieles al espacio no notasen su falta. Me gusta el gesto de Alfaro, que representa al de tantos y tantos que, aun teniendo muy claros los límites donde empieza el ocio y donde acaba el trabajo, tienen la fortuna de disfrutar de ambos por igual. Fundiéndolos. Logrando la felicidad con independencia de lo que dicten las nóminas y los contratos de trabajo, tan complicados en estos tiempos.
Conocí a José Alfaro hace cinco años, cuando se trasladó de su Albacete natal a cursar los estudios de Periodismo en la Universidad Miguel Hernández de Elche. Y desde el primer día percibí sus dotes de comunicador. Alfaro es de esos que no esperaron el momento de realizar las Prácticas para enfrentarse a una cámara ni para coger un micrófono. Comenzó a curtirse en varios frentes. En TV y en radio. Sin desperdiciar ninguna ocasión. Por eso a estas alturas, a punto de graduarse, ha logrado una soltura que sólo dan el tiempo y la pasión. Esa que lleva a Alfaro a implicarse en cuerpo y alma en cada proyecto. Y a no haber prescindido, ni siquiera durante estas vacaciones, de su chute de felicidad al frente de su programa de cine.
Cómo comprendo a Alfaro. Cuánto me reconforta seguirle. No lo tienen fácil los de su generación, desde luego. Pero me atrevo a decirle que cuenta con lo principal, que no es otra cosa que una vocación inquebrantable. A por todas.
