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La pureza

De los de fuera, siempre me he sentido muy del United por Bobby Charlton. El que saliera vivo en Múnich del accidente que enterró a la mayoría de sus compañeros el día en que uno cumplía dos añitos, también debió contribuir a ello. Ver al atípico nueve dirigir la orquesta con el flequillo rebelde en medio de una calvicie prematura y poner la pelota donde le venía en gana gracias a una cabeza privilegiada que daba las órdenes precisas a su zurda de caoba, hacía sumergise en un mundo de fantasía. Y eso que era de higos a brevas porque por entonces, si a alguien se le hubiera ocurrido mencionar rojadirecta.com, la brigada político social igual le habría quitado la afición para los restos.

Desde que uno de mis vástagos pasó un tiempo en Liverpool y el United fue alejándose en su conquista del mercado asiático, los reds fueron haciéndose un hueco y más aún tras la remontada épica ante -no es por tocar la moral- el Milan de Ancelotti y la cantidad de españolitos que se juntaron a las órdenes del comandante Benítez. El fútbol inglés atrapa porque no sabe de concesiones. Y ese componente de pureza afronta una prueba de fuego porque del Everton- el más antiguo de la ciudad, el de Paul McCartney que, ante su actuación en Uruguay fue entrevistado por el ariete del eterno rival, Luis Suárez-, que se enfrenta al City, depende que el Liverpool pueda ganar la Premier o no, después de que el domingo lo fastidiara -qué raro- Mou. Aquí se han dado casos flagrantes de dejarse ganar para hundir al vecino. Y si, en esta misma temporada queda en manos del Barça para cuál de los dos finalistas de Lisboa será la Liga, pocos dudan de hacia dónde se inclinará. Por eso digo que hoy el Everton puede ganarnos definitivamente para la causa. Y sí, ya sé lo que andan rumiando. De lo que hay que hablar para no pensar en el Hércules.

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