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Seguimos igual

Por mucho que se empeñe el actual Gobierno en asegurarnos que la economía española ha entrado en la senda de la recuperación, los datos económicos se encargan de dejar las cosas en su sitio. La última Encuesta de Población Activa (EPA) deja bien claro que en el primer trimestre de 2014 se han perdido 186.000 puestos de trabajo lo que deja en evidencia, una vez más, ese absurdo triunfalismo en que entra el Partido Popular cada vez que el número de inscritos en la larga fila del INEM se reduce por incomparecencia, es decir, porque los parados no renuevan su demanda de empleo, porque se van a trabajar al extranjero de lo que sea, los más jóvenes, o porque regresan a sus países de origen, caso de los inmigrantes, tras haber agotado las prestaciones y subsidios por desempleo. Triunfalismo que no puede evitar la existencia de un dato, del que por otra parte nadie puede alegrarse, que demuestra la existencia de un millón de desempleados más de los que ya había en el mes de noviembre de 2011, fecha de las últimas elecciones generales.

Este empeño del Gobierno por defender lo indefendible, me refiero al argumento de que hemos dejado la recesión económica, choca con una realidad circundante que nos adentra en un nueva sociedad. El modelo social, sanitario y laboral que se va imponiendo poco a poco gracias a las últimas reformas del Gobierno no sólo difiere en su totalidad de lo prometido durante los años de oposición al Gobierno de Zapatero, sino que tratan de imponer un nuevo modelo que tiene como base, por un lado, la generalización del empleo precario que afecta a todas las ramas de contratación y a cualquier tipo de actividad lo que lleva inevitablemente a una pobreza o a sus límites a buena parte de la población española y, por otro, la consolidación de la brecha entre ricos y pobres que condenará a varias generaciones de españoles a no poder aspirar a dar a sus hijos un nivel de vida mejor del que tuvieron.

Con un mínimo porcentaje de aumento del PIB en el último trimestre, un 0,4%, la economía española no es capaz ni de evitar que el desempleo siga creciendo y que se sigan destruyendo empleos. Es cierto que a un menor ritmo que hace años, pero de ilusiones no se vive. El Gobierno tendrá su responsabilidad en hacer recaer las medidas más duras en las clases medias y bajas, pero la sociedad española si quiere salir del suelo económico debe cambiar modos de pensar y actuar. No estaría mal que los responsables de recursos humanos de las empresas decidieran salarios justos y horarios normales para sus trabajadores en vez de impartirles cursos de coach, tan de moda ahora.

La verdadera trascendencia se encuentra en todos aquellos derechos que los españoles disfrutaban y aspiraban a mejorar poco a poco y que en un breve espacio de tiempo se han visto reducidos o han desaparecido. Especial gravedad tiene todo lo relativo a la dependencia y ayudas a los discapacitados cuyos cuidadores se ven obligados a seguir ocupándose a tiempo completo de sus familiares sin recibir casi ninguna de las compensaciones económicas que recibieron durante el corto recorrido de la Ley de Dependencia (2006) que el Partido Popular dinamitó desde el principio en todas las comunidades autónomas donde gobernaba. Al parecer, en la Comunidad Valenciana no había recursos para la dependencia pero sí para la Fórmula 1 o para la visita del Papa.

Los últimos datos del paro publicados condenan a España a una larga travesía por el desierto. Hemos tocado fondo y en él nos vamos a quedar una buena temporada. España se encamina a convertirse en el escenario de una novela de Charles Dickens, donde sus protagonistas luchen todos los días por generar los recursos suficientes para la mera supervivencia, donde los antiguos generadores de igualdad, como las becas por estudio o una sanidad que garantice la salud, pasen a convertirse en asistencia social paliativa de una pobreza de la que será muy difícil salir. Podríamos decir, siguiendo con la referencia literaria inglesa, que el espectro shakesperiano de Margaret Tatcher ha pasado por nuestro país trayendo a nuestra política y a nuestra economía las teorías ultraliberales del sálvese quien pueda.

Como sociedad seguimos a la espera de encontrar el sustitutivo del modelo productivo basado en la construcción que tanto enriqueció a unos pocos y que tanta corrupción generó a tenor de las decenas de causas judiciales abiertas en casi toda España. Pero lo que ya hemos encontrado es una salida de la crisis que tiene como elemento fundamental el empobrecimiento injusto de los más débiles que haga más fuertes a los que siempre lo han sido.

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