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Qué guerra da esta gente

Al fin nos enteramos de por qué Mariano Rajoy tardó tanto en anunciar al candidato más evidente para las elecciones europeas. No era para aprovecharlo como ministro de Agricultura hasta el último día, no era para hacer la remodelación de gobierno que no hizo -deshaciéndose de matos, werts, montoros o los que registren más bajas presiones en el barómetro del CIS- ni para encontrar un sustituto sorpresa a la altura política de Arias Cañete, ni para colocar a su amigo Javier Arenas que sólo sale como secretario general cuando Luis Bárcenas canta en la ducha de Soto del Real, ni dar que hablar a Elena Valenciano en su soliloquio femenino europeo, ni para dejar clara la propiedad de los silencios que tiene registrados a su nombre, ni para perfeccionar la imitación de la inexpresividad facial y política que con tanto éxito usó Francisco Franco en sus lejanos días. Era para que no diera tiempo a meter un acto de campaña en la apretada agenda internacional del ex-presidente del Gobierno, José María Aznar.

Da gusto ver sudar a los tertulianos de derecha punto.com compaginar los argumentarios de la Moncloa y de Génova 13 con el de FAES y defender a un tiempo al mejor y mayor administrador de los tiempos que los tiempos han conocido, llamado Rajoy, y el gran patrimonio y activo del PP llamado Aznar.

Del patrimonio de Aznar nadie duda y del matrimonio tampoco (ni del patrimonio del matrimonio, Famaztella) porque, el mismo día que el presidente se declara desplazado, su esposa Ana Botella, se pone en el centro de la candidatura a la alcaldía de Madrid con vistas a una próxima elección. Esta familia parece acostumbrada a que sus deseos sean órdenes, se trate de las adquisiciones de obra de un escultor con cargo a los estafables impositores de Caja Madrid, se trate de hacer un cameo en la campaña europea. ¡Qué guerra dio y da esta gente!

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