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El esperpento como forma de ser

Las imágenes televisivas del juicio contra el juez Elpidio Silva me reconcilian, enésima vez, con mi condición de español pues en ella se entreteje lo grotesco y la grandeza de vivir en esta tierra con forma de piel de toro por aquello de que en nuestra idiosincrasia está el que muchos de nuestros políticos nos pongan los cuernos mientras lo hacen por amor a nosotros.

Acostumbrados a esa política de la tecnocracia del amor fingido, es decir puta, y entendido que nos vamos a morir, no hay que tomarse nada muy en serio. Y por ello es de agradecer al citado juez y compañía, que me hayan recordado la poética oculta en el esperpento mediante el cual han trasformado un acto de justicia -ojalá todas las causas se incoasen tan rápidamente como ésta- en el primer acto de una ópera bufa en el que un público equivocado -el sainete va de otra cosa- paga cien euros cada vez que se le ocurre discrepar o introducir un guión no previsto.

Así somos, así son, pues muchos de nuestros jueces y magistrados también están hechos del mismo barro esperpéntico que el resto patrio conformando una forma de ser, ver y estar en el mundo que siempre elige la ironía y retruécano para dar forma a la realidad bajo la carpa de un circo con varias pistas en acción. No se entiende de otra manera el que los actores principales se conviertan en victimas de aquellos espejos cóncavos de la calle de los que hablaba Valle Inclán en alguna de sus obras. Y estos seres, que se me antojan deformados, enanos y patizambos, son los héroes llamados a representar la fábula de que la justicia siempre es igual para todos. Pasen y vean. Cien euros la entrada y vaya usted a saber lo que le cuesta la salida si el espectáculo no es de su agrado.

Sin embargo, llámenme cachondo, como sé que también me voy a morir, esta farsa me gusta, me pone. ¿Cómo no me va a gustar si vivo en ella como remedo de la realidad política desde que el PP alcanzó las uvas de la fama en aquello que se llamó elecciones generales y en las que se presentó con un programa circense que jamás cumplió ni cumplirá dando rienda suelta no solo a su perfil genético sino su astucia ancestral y camaleónica? Elpidio, juez y parte, es solo la manifestación de la suma de despropósitos en los que ha incurrido el PP de Mariano Rajoy desde que le diera por copar los órganos de poder judicial y acercarlos, cual ascua a su sardina, a su poder ejecutivo. Y eso lo sabe Elpidio como usted o como yo. Y también el magistrado que preside el juicio y la señora magistrada que lo acompaña, que dicho sin alevosía, fue ex-consejera de Caja Madrid. Y de ahí que entre ellos se consientan tanto: tu callas, yo callo; yo te toco los huevos, tú me tocas los míos, pero sin mariconadas. Paciencia de santo Job. Cualquiera de nosotros hubiese sido expulsado de la sala y enjuiciado a distancia unas cuantas veces. Y si no aparque en un carril bus mientras saca dinero del cajero, no entregue los papeles al policía de turno que le ha pillado y márchese «a la torera» aporreando la moto del gris: delito con pena de cárcel, a más no tardar. Sin embargo es difícil que le pillen: ¿qué dinero iba a sacar del cajero si está más tieso que un gato de escayola? El tema es que para un Silva siempre habrá un Blesa o al contrario. Lo significativo es que ahora también se pliegan a la burla otros magistrados que deberían ser los que pusiesen cordura en el asunto. El uno es al esperpento entendible y reconfortante para una parte de los españoles, sobre todo si han sido estafados, lo que el otro al consentimiento y a la dejadez política en manos de un poder financiero constituido en legitima rapiña del futuro de jóvenes y ancianos. Lo que no me explico es el proceder de esa tercera parte que juzga. Ya lo verán: a Elpidio lo echaran a la puta calle -incluso no conseguirá su escaño por RED- y a Blesa no le pasara casi nada. Al tiempo. Así que tampoco me extraña que los ancianos presentes en el juicio y aledaños se dediquen a recordar lo que Blesa hizo con sus ahorros de toda la vida y a Silva como su salvador. Solo intentan adelantar, imagino que por temor al vacio, que pese a la pérdida de prestigio y al sufrimiento personal y familiar de Blesa, y al de los taxidermistas, él también puede ser culpable de haberlas repartido. A lo mejor Elpidio se adelantó en los acontecimientos, quien sabe.

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