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Los competidores

Las últimas cifras señalan que el turismo se recupera. Cuidado. Ahora que la plebe intenta divisar de nuevo destinos vacacionales abandonados durante lo más crudo de la crujía, a éstos no les queda otra que apretarse los machos. Dos meses atrás me planté en Estambul, tras casualmente haber escuchado a especialistas del sector hablar de que uno de los grandes competidores -si no el que más- es el mercado turco. Poco después quizá hubiera abortado la operación porque, en plan pareja o familiar, tampoco sulibella demasiado contratar un crucerito por el Bósforo y, con lo de Crimea echando humo, encontrar igual a los buques de guerra de Putin adelantándote a estribor. Además no es ni de lejos el destino que uno habría escogido, pero hace muchos trienios que el menda dejó de ser uno. Y, sin embargo, debo reconocer que no me importaría volver. ¿Por qué? Porque en la compañía aérea de cabecera de aquel país no hace falta ser Kobe Bryant o Messi, que tampoco lo es ya, para que te atiendan como un cinco estrellas. Porque el mozo que nos procuró Viajes Hispania, más que guía, se trata de un erudito que para catar bien nuestro idioma se forjó en Salamanca y para hablarlo en la intimidad se echó una novia dentro de las fronteras de Artur Mas, con eso lo digo todo. Porque la planta hotelera, témome que le da diez vueltas a la que nuestros visitantes encuentran. Porque en lugar de comerte el billete de 50 euros en una compra de 10, un dependiente vuela y a saber dónde lo cambia pero de allí sales con la vuelta, con una sonrisa reverencial y con unos pastelitos que solo de recordarlos se me saltan las lágrimas. Porque, a pesar de que Erdogan quiera ponerle puertas a la nube, hacen lo que sea preciso por facilitar las conexiones. Y, aunque es cierto que en Benidorm el güifi casi es subacuático, en demasiadas prestaciones seguimos haciendo agua.

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