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In dubio pro reo

Pues resulta que -en Semana de Pasión y al hilo del juicio a Jesús- me he acordado de uno de los principios básicos del Derecho y se me ha ocurrido sacarlo a pasear, aunque tengo la sensación de que no servirá de mucho, porque, cuando alguien se empeña en condenar a otro, por muchos argumentos exculpatorios que se planteen te los envainas y estás más jodido que los del corredor de la muerte. «In dubio pro reo» es -según los tratados en materia jurídica y explicándolo en plan sencillo- una locución latina que expresa el principio de que en caso de duda, por ejemplo por falta de pruebas, se favorecerá al acusado. Es, dicen los que entienden, uno de los pilares del Derecho penal moderno por el que el fiscal debe probar la culpa del acusado y no éste su inocencia. Podría traducirse como «ante la duda, siempre a favor del reo». Su aplicación práctica se basa en el principio de que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. En el caso de que el juez no esté seguro de la culpabilidad, y así lo argumente en la sentencia, deberá dictar un fallo absolutorio. ¡Joder, me he puesto serio!, ¿será porque estoy escribiendo en Miércoles Santo, cuando apenas si faltan unas horas para que Nuestro Padre Jesús, patrón de Oleza, salga a la calle para recordarnos que murió en la cruz para redimir nuestras culpas y animarnos a ser mejores?. ¡Eres un cabrón y, por mucho que digas que eres bueno, te mereces las siete plagas de Egipto!; ¡yo soy un fenómeno y te condeno!.

Muchas veces se nos acusa de algo que no es cierto y aguantamos carros y carretas porque haya paz y no una guerra que no conduce a nada.

Muchas veces hacemos cosas que pensando que son buenas resultan no serlo tanto y molestan a otros. Muchas veces se nos condena porque, utilizando argumentos sibilinos -con apariencia de importantes-, es lo más fácil y sin tener en cuenta que «no por mucho repetir una acusación falsa se convierte en verdadera», porque hay quien se equivoca sabiendo que se está equivocando y, sin embargo, se mantiene en sus trece, lo que es tener «mala follá» y ganas de joder, ya que no se sabe, ni se quiere, hacer nada mejor y más positivo. ¡Ya me estoy rallando y no quiero, de verdad; no quiero! Se me ha hinchado la vena del cuello y estoy a punto de empezar a echar espumarajos por la boca, pero voy a hacer todo lo posible por evitarlo, porque es Miércoles Santo y Nuestro Padre Jesús, acompañado de la Dolorosa y San Juan, está a punto de salir a las calles de su Rabaloche repartiendo bondad y recordándonos que debemos ser dignos. Nuestro Padre Jesús nos recuerda que -como Pilatos hizo con Él en un juicio «amañao» - hay gente capaz de sacarnos de nuestras casillas y a los que, sin embargo, tenemos que perdonar y comprender, porque en el fondo -aunque sea muy en el fondo- no son tan malos, sino muy apasionados en la defensa de sus intereses y creencias, caiga quien caiga y cueste lo que cueste. ¡Yo soy bueno y tú no; irás al infierno por malo y burlón!. ¡Señor, perdona mis pecados y una palabra tuya bastará para salvarme!.

¡Quiero salvarme, aunque hay quien asegura que ser malo es mucho más divertido y otros que los buenos van al cielo y los malos a todas partes!.

A lo largo de mi vida he pedido perdón muchas veces y no se me han caído los anillos, porque, entre otras cosas, nunca los he llevado. El problema se presenta cuando alguien, sabiendo que no ha actuado o no actúa como debiera, no lo hace -pedir perdón- por vergüenza. Dicen en Oleza que vergüenza da robar y que te pillen y con esto no quiero decir que a los de Palacio les hayan pillado con las manos en la masa; ¡No he dicho eso!. Va a ser que nuestros desgobernantes -que se habrán dado muchos golpes de pecho durante la semana pasada- deberían pedir perdón a todos y cada uno de los olezanos, como lo hacen los jugadores de fútbol cuando su equipo encaja una goleada histórica y piden disculpas a sus seguidores. ¡Eso sí, cuando pidan disculpas -que no va a ser el caso- que cojan el hatillo y se vayan a casa!. ¡Por favor, que se vayan, porque ellos si son culpables de muchas cosas que han perjudicado al pueblo llano y no ha lugar a aplicarles el principio de «en caso de duda, siempre a favor del acusado». Luego, al contrario que Pilatos, no tendremos que lavarnos las manos; ducharnos sí, porque llevaremos un cierto tufillo corporal a rancio y a sieso (persona desabrida, arisca y poco amable).

El patrón de Oleza fue despedido por los Armaos, el Viernes Santo, en la puerta principal del palacete del marquesado de Arneva. A ver si quienes nos desgobiernan aprenden de Él y enfilan calle arriba camino del barrio olezano más popular, al que siempre se le ha vendido humo, como, por ejemplo, un centro de salud que nunca llega. ¡Si me engañas es porque yo me dejo engañar, que lo sepas!.

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