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El «lunes de mona» en Elche ya no es lo que era

Elche cerró ayer su Semana de Pasión con la singular «Procesión de las Aleluyas». Una vez más los ilicitanos «nublaron» el cielo y «empedraron» el suelo con las miles y miles de estampillas que lanzaron al paso de las imagenes del Cristo Resucitado (una talla de 1790 donada a la Basílica de Santa María por el obispo José Tormo), y de la Mare de Déu de la Asunción, patrona de la ciudad que luce, como siempre, todo su esplendor. Una impresionante «lluvia», que se convirtió en «diluvio de papel» en alguno de los tramos del recorrido. Se cumplió, un año más, la tradición, el fervor, el costumbrismo y la devoción de un pueblo que vive esta jornada en un ambiente festivo y de gran regocijo, con los «mañacos» recogiendo las «aleluyas» en un suelo y en un cielo multicolor.

Acabados los actos litúrgicos del Domingo de Resurrección, Elche vive con gran intensidad otra de las costumbres más arraigadas en el calendario festivo local, que tiene como protagonistas «les fogassetes» y el tradicional y lúdico «Lunes de Mona». Los hornos locales se han empleado a fondo durante estos últimos días para tener listas las ricas y deliciosas «monas de Pascua» que llenan de olor, de sabor y de costumbrismo los parajes del Camp d'Elx y de la costa (pinadas, Pantano, playas), donde se sigue celebrando este ritual marcado por la gastronomía, el buen ambiente y, en muchos casos, por los juegos típicos de la jornada y por las canciones que antaño tuvieron gran auge y brillantez. Vaya este extracto de uno de aquellos cantos como ejemplo descriptivo del anhelo que suponía la llegada de esta festividad: «Ja ve la mona,/ja ve el temps de l'alegria/eixe gran día feliç arriba./Ja ve el calor,/i en el calor, la primavera/ i el mes de abril que va[l] per mil./Ja estan alegres, las preparen les fadrines/ [l]es coses fines que han de aportar./En el carrer i en el taller/no hi [ha] a[l]tre tema /que és el problema d'a on tenim que anar». (sic)

Muchas de aquellas entrañables estrofas y estribillos han perdurado hasta nuestros días en un mundo cambiante. He escuchado en más de una ocasión, la última fue hace pocos días, que «el lunes de mona en Elche ya no es lo que era». Echan en falta quienes añoran el ambiente y las costumbres de antaño, aquellos grupos de jóvenes protagonizando juegos de salto y comba, o estrellando el huevo de la fogaseta en la frente de alguien en un ambiente en el que los noviazgos y los pretendientes tenían un notable protagonismo en este día de asueto.

La historia se repite pues hace ahora justo medio siglo ocurría lo mismo. Me explico. Una interesante crónica recogida en las páginas de INFORMACIÓN de hace 50 años, refleja como el «Lunes de Mona» había cambiado mucho con respecto a tiempos pasados. No era ya lo que era en el escrutinio que hacía el periodista. Bajo el título: «La tradicional "mona": La juventud no sabe cantar», el cronista explica lo siguiente: «Elche celebró su primer día de mona. Por la tarde, animados coros marcharon hacia el campo alegres y jubilosos, siendo portadoras ellas de los abultados capazos de viandas y ellos, algunos, de las típicas guitarras. Pero, si hemos de ser sinceros, resaltaremos que los días de Pascua, las fechas bullangueras de "mona" los días de años pretéritos, de alegría y de esparcimiento general para los ilicitanos, han perdido algo su carácter jubiloso y alegre. Se disfruta, sí, y de lo lindo, pero sin el tipismo de antaño, ilicitanísimo, con matices de sano esparcimiento y encantadora amenidad, coreada por canciones.

La juventud de hoy,-asegura el cronista-, no sabe cantar; a lo sumo, coge la guitarra, la modela a su gusto, pero sin el coro antiguo. Al volver del campo ya no resuenan los ecos de aquellos armoniosos cánticos que, al anochecer, de regreso ya de las fugaces excursiones, entraban a la ciudad los magníficos coros mixtos, con acompañamiento no de una guitarra, si no de conjuntos completos, entonando lindísimas habaneras de asuntos libres, que forjaban el más puro de los encantos. Pese a todo, repetimos, el día de "mona" resultó agradable y sonriente, justamente anhelado por todo ilicitano que salió al campo a pasarlo bien, y retornó luego a la ciudad, finalizando la jornada con animados bailes celebrados en el Casino, la Coral Ilicitana, la Peña Madridista, entre otros lugares de las sociedades locales».(sic)

Es evidente que cada etapa de la Historia trae momentos distintos con críticas incluidas, como la que acabamos de leer escrita allá por el año 1964 hace, repito, medio siglo. Lo dicho, los tiempos cambian que es una barbaridad. Y más en estos que nos ha tocado vivir marcados por Internet, por los teléfonos móviles, por las redes sociales y por la prisa. Feliz «Lunes de Mona».

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