Parece que nuestra economía empieza a salir de esa inmensa tormenta en la que se metió tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y que lentamente, muy poco a poco, los indicadores muestran que vamos camino de la recuperación, que no del fin de la crisis. Esta Semana Santa ha sido, en la provincia de Alicante, la prueba de que ya hemos dejado de ir a peor, como lo demuestra el repunte que ha registrado el consumo de los turistas, incluido el de los nacionales.
Pero desde el mismo sector turístico se advertía ayer a través de las páginas de este periódico de que no se pueden lanzar las campanas al vuelo y que aunque la cosa pinta bien aún existen muchos peligros que pueden echar por tierra la campaña del próximo verano, la primera que se espera marque un punto y final de los números rojos que se han venido registrando durante el último lustro. Uno de los mayores riesgos es que se trunque o que no se produzca con la suficiente fuerza el regreso a nuestras costas de los turistas nacionales, pilar fundamental para el sostenimiento económico de unos de los sectores que más PIB producen en la provincia de Alicante.
Los visitantes de la península ibérica siguen padeciendo la crisis, están soportando el coste, vía impuestos, de las medidas económicas adoptadas para salir del callejón en el que nos habíamos metido y tienen unas condiciones laborales mucho peores que con las que contaban en la pasada década. Algunos, tras estos años de oscuridad, han conseguido encontrar fuentes de ingresos puntuales para sus familias y esto les ha hecho ganar en confianza y volver a consumir. Pero sería de ciegos obviar, como también contaba este periódico ayer, que la mitad de los parados no tienen ya ningún tipo de ayuda y que los trabajos son cada vez más precarios. Si no damos más seguridad en el empleo y más cobertura a los parados no podremos salir de la crisis y esos brotes verdes que ahora vemos terminarán secándose.
