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Suspende la luz

No quiero una explicación más del recibo de la luz. Que me suspenda el informe Pisa en resolución de problemas cotidianos si se puede llamar cotidiano un servicio que no cambia -das al botón y se enciende la luz- salvo los conceptos por los que te cobra gracias a que unas pocas empresas tienen el poder porque le dan al «power».

No sabe cuántos domingos he perdido leyendo páginas enteras de periódico que explicaban el recibo de la luz ni cuántos días de semana he escuchado al ministro Soria repetir que esta vez se la van a pagar todas juntas y nos van a devolver algo, cuántas horas oyendo a técnicos explicar la dieta energética y cuando zampamos nuclear, eólico, solar... Cuando ya sabemos que se paga por el carbón nacional y que se ha reculado en las alternativas -un futuro que en España era presente y hemos convertido en pasado para seguir siendo como somos- nos cuentan que van a cambiar ese contador que primero leían, luego estimaban y ahora dirá al segundo lo que gasta la lavadora en el centrifugado. No quiero saber más del recibo de la luz, asignatura de ciencias (puras u ocultas) troncal en los planes de saqueo al ciudadano.

No quiero saber más porque no es rentable saberlo. Vas por detrás apagando luces, intentando no regalar un céntimo al oligopolio y al cabo de un mes el consumo es lo que menos pesa en la factura. No lo valen ni el euro ni su correspondiente 21% de IVA ahorrados. Es posible que se pueda ganar otros euros cambiando de compañía y de tarifa, poniendo la lavadora a las cuatro de la mañana y leyendo al amor del piloto de encendido, pero sale mejor dormir a las horas, que cuerpo descansado, dinero vale. El Estado, que tanto vigila a los particulares en su calidad de viandantes, conductores e impositores, debería escrutar con igual alerta los comportamientos de esas compañía, velando por la competencia y persiguiendo los abusos.

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