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Abril para vivir, abril para soñar

Estamos en abril y en Torrevieja. Las habas secas que estuvieron olvidadas en un cajón cuatro años y planté tardíamente en otoño he comenzado a recolectarlas y comerlas crudas. La gata silvestre, osca, recelosa y titiritera, cuyo nombre responde a Faraona, además de esperarme (más bien espera su ración de pienso) a las puertas de la casa a primera hora de la mañana y volver a las diez de la noche, se muestra estos días con menos desapego. Ha aparecido también por allí un mirlo. Suele hacerlo por las tardes. Bebe agua en el patio, me mira, levanta el vuelo y se va por donde ha venido. Puse un poco de azúcar junto a la silleta donde me siento a ver llegar la noche y despedir el día y desde entonces acude, sin saber de dónde salen, un pequeño ejército de diminutas hormigas. Terminaron frente a la zona donde resido una urbanización compuesta de adosados con piscina comunitaria. Están bien construidos. Ya han comenzado a llegar sus primeros moradores. A lo mejor se han visto un tanto sorprendidos por los madrugadores sones de las estridentes sirenas de los centros escolares ubicados en el entorno. Ahora han comenzado otra promoción, también de adosados en aquel sector para seguir vendiéndolos a rusos y noruegos. Pagan al contado.

En la mar, en los caladeros cercanos a la costa se sigue capturando boquerón. Se ha establecido un cupo de capturas fijado en 1.800 kilos por barco y día. Con esta medida se pretende posibilitar que el tamaño del boquerón, que estos últimos días es pequeño y se cotiza muy barato, aumente y se pague mejor. Si la biomasa de este pescado azul es tan abundante como la del pasado año se volverá a registrar otro ejercicio rentable para los pocos pescadores locales de cerco que todavía quedan y los de las flotas procedentes de casi todo el litoral Mediterráneo que seguirán arribando a estas aguas si las capturas les son rentables. Las playas, conforme calienta el sol, se ven más concurridas, aunque sin socorristas. No debe de haber dinero para pagarles. A lo peor se trata de la escala de prioridades del Ayuntamiento desde el que se cantan nuestras excelencias como ciudad turística. En fin, lo dicho. Estamos en abril y sin la obligatoriedad de recitar aquello memorizado en aquellas escuelas y hoy desconocido por las nuevas generaciones donde se decía: «En el día de hoy cautivo y desarmado el ejercito rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado...». Lo que sí perdura es el recuerdo de la II República. Por ello, todos los años a mitad de este mes ondean al viento bajo el sol abrileño las banderas republicanas. Las enarbolan en su mayoría jóvenes para quienes los valores de la República, como la inteligencia, la libertad, la cultura, la justicia social, el espíritu europeísta, laico, racional y progresista sigue vivo muchos años después. Aquella oportunidad histórica fue fulminada por la violencia, robada a punta de pistola y durante cuarenta años denigrada y amordazada. La II República puede parecer hoy una quimera inalcanzable, pero no por ello deja de ser un buen motivo para seguir remando, con más brios que nunca, rumbo a la III. Salud y República.

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