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¿Por qué eres tan feminista?

Esa fue una de las preguntas que recibí en el chat de Información el pasado 24 de marzo organizado por la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas en sus VIII Jornadas de la Ciudad. No pude evitar reírme, por aquello del énfasis. Ser «tan» o «muy» feminista o ser feminista «radical» o «a ultranza» no sé lo que es, pero me lo han llamado muchas veces. Creo que la conciencia feminista no admite grados: o se tiene la convicción de que todas las personas tenemos y merecemos igual dignidad y derechos o no se tiene. Otra cosa diferente es la implicación de cada cual por conseguir ese objetivo y las diferentes formas de hacerlo ¿Es sencillo comprenderlo, verdad? Pero como el feminismo es una crítica al poder y a las relaciones de poder en su sentido más extenso, y como el objetivo de todo poder es su conservación, pues no se lo han puesto fácil nunca. Y lo que se ha hecho siempre es tratar de ocultar su significado y de denostarlo. Una vez desvelado (si es que se tiene un mínimo interés por hacerlo), no creo que nadie pueda avergonzarse de reconocerse feminista sino que más bien debería ser al contrario. Como me dijo uno de mis alumnos de primer curso del grado de Derecho hace unos meses: «¿cómo se puede no ser feminista?».

Y, sin embargo, sólo somos una inmensa minoría quienes así nos consideramos. Carecemos de una épica, como afirma la socióloga Rosa Cobo. Está claro que la gran industria audiovisual no la va a generar, pero a veces hay excepciones. Una de ellas es la película «Angeles de Hierro» («Iron Jawed Angels», dirigida por Katja von Garnier, EE UU, 2004), que narra la lucha de las norteamericanas por el sufragio femenino desde 1913 hasta su consecución en 1920. Mi amiga Vito Virtudes, en su desesperación (compartida) por hacer comprender qué es el feminismo, recomienda una breve pero intensa escena de esa película. En ella, un psiquiatra insta a la encarcelada Alice Paul a que le hable de «su causa», a que le explique porqué es sufragista (que lo podríamos cambiar, como dice Vito, por feminista). Su respuesta es la siguiente: «Me ha pedido que me explicara, pero me pregunto qué hay que explicar. Debería estar muy claro. Mire en su propio corazón: le juro que el mío no es diferente. Usted quiere ocupar un lugar en los oficios con el que pueda ganarse el pan; yo también. Usted quiere tener algún medio para expresarse, alguna forma de satisfacer sus ambiciones personales; yo también. Usted quiere una voz en el Gobierno bajo el que vive; yo también ¿Qué hay que explicar?»

Pues eso ¿qué hay que explicar?

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