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La esclavitud como práctica

Esclavizar al vencido fue práctica habitual en la mayor parte de las culturas. Tenía un plus de vendetta, de humillación, de botín, pero no poseía la categoría de comercio, de negocio lucrativo ideado expresamente por empresas o Estados. La esclavitud en los antiguos era el resultado de un hecho previo, la guerra. Lo que pasó en África fue diferente y la dimensión que tuvo la esclavitud tampoco tiene parangón. En el continente africano, durante siglos, millones de personas fueron secuestradas, hombres, mujeres, niños.

Siglos tan provechosos para los captores como desgraciados para los capturados que caían en las redes esclavistas. A resultas de estas prácticas perfectamente planificadas se deshicieron familias, clanes, tribus, ancestrales culturas. Desde las grandes metrópolis «civilizadas y cristianas» se organizó todo el mercado. Para dar cobertura ideológica al expolio contaron asimismo con la invalorable ayuda de teólogos, filósofos, etnógrafos, antropólogos, que negando la condición de humanos a los apresados apartaban cualquier atisbo de culpabilidad en el proceder de los cazadores de humanos. La economía lo exigía. El progreso de muchos de los Estados esclavistas se sustentaba en estas prácticas que hoy son condenadas por la Comunidad Internacional (aunque persista disfrazada con nuevos ropajes).

En fecha reciente, Caricom, la Comunidad de países del Caribe, ha exigido a ocho países europeos compensaciones por el tráfico de esclavos y a esa exigencia deberían sumarse con mayor derecho aquellos países «productores y proveedores» de personas esclavizadas, secuestradas en sus territorios y exportadas cual si fueran mercancías. Caricom se dirige a ocho Estados que son jurídicamente los mismos que alentaron y se beneficiaron con este comercio, escudándose tal vez en Aristóteles que consideraba que la esclavitud era un fenómeno natural. Caricom reclama una reparación concreta que se traduzca en dinero al Reino Unido (traficaron con unos tres millones de esclavos), Francia, España (sólo en el periodo 1810-1870 «importó» 1.600.000 esclavos aproximadamente), Portugal, Holanda, Noruega, Suiza y Dinamarca (y no son los únicos).

No hay consenso sobre las cifras de la esclavitud en época moderna. Se estima en 60 millones los secuestrados, de los cuales 24 millones fueron trasladados a América, 12 millones a Asia y 7 millones a Europa, mientras que otros 17 millones restantes morirían cuando eran traslados. El negocio era tan rentable que los beneficios no disminuían aunque una parte de la «mercancía» tuviera que ser arrojada al mar, como si fuera basura. El número de los que fueron trasladados a otros mercados, cruzando el Mar Rojo, el océano Índico y el desierto del Sáhara, oscila entre los 11 y 18 millones. Hay que tener en cuenta que promover dicha sangría poblacional significaba también provocar una catástrofe demográfica. En el mundo vivían sólo unos cientos de millones de seres humanos y actualmente lo habitan más de siete mil millones. Comparar dichas cifras nos puede dar una idea de la magnitud de dicha política planificada en el centro mismo del Poder de entonces.

La reclamación de los países adheridos a Caricom, lamentablemente, tienen pocas posibilidades de lograr una respuesta satisfactoria.

Y menos ahora con la crisis campando a sus anchas. La crisis, no lo olvidemos, sirve para todo. Es la excusa perfecta, el argumento inapelable. Así que es más que probable que las indemnizaciones reclamadas queden en nada. Otro argumento que esgrimen los Estados implicados es el que después del tiempo transcurrido es muy difícil evaluar el daño. Pero al menos estos Estados, que se consideran tan democráticos, tan defensores de los derechos humanos, en donde afortunadamente se abandonó la vieja costumbre de aplicar la pena capital, al menos, podrían disculparse.

Dicha oportunidad ya la perdieron cuando se prohibió la esclavitud, gracias a las críticas discordantes de muchos hombres y mujeres justos que levantaron sus voces en el seno mismo de los estados esclavistas y sufrieron también ellos las consecuencias pues fueron perseguidos con saña y acusados de traidores a sus patrias y a su raza (hoy sabemos que las razas no existen, que hay una sola, la especie humana, pero hasta hace nada dicha división era aceptada mayoritariamente y enseñada en los colegios). Uno de los factores que contribuyó a esta prohibición fue que se descubriera que se podía explotar a nativos, hombres, mujeres, niños y niñas en las fábricas fuera el que fuese el color de su piel. Bastaba con que cumplieran con un requisito: ser pobres. Nuevos esclavos para los nuevos tiempos y muchísimo más rentable.

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