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CRÍTICA TEATRO

Sobria y potente

Puede interesarle poco a alguien que espera ver un clásico representado de una forma más tradicional. La traducción de Ángel-Luis Pujante reduce muy notablemente el texto original y el número de personajes que William Shakespeare incluyó en la tragedia. La adaptación de Julio César acoge lo esencial para poner el énfasis en lo más vivo y en la intemporalidad de esta obra con una escenificación neutra y contemporánea, sobria y contundente, que no diluye sus características clásicas.

Es indudable la fuerza visual de algunas escenas sobre todo. Una atmósfera fría y hostil, como le corresponde a los entresijos del turbio drama, pero con el encanto de un espacio minimalista que alberga un obelisco, fragmentado en tres partes tras el asesinato y la derrota del emperador y dictador romano. Más que ofrecer ilusión de realidad, bajo la dirección de Paco Azorín, los actores muestran e involucran al público (que no llenó el Principal) envolviéndole con el vigor poético de la palabra, evocadora de imágenes, y los conflictos que surgen.

El reparto lo encabezan la veteranía de Mario Gas, Sergio Peris-Mencheta y Tristán Ulloa. Es decir, César, Marco Antonio y Bruto, respectivamente. El segundo es amigo del primero, y el tercero es uno de los conspiradores, entre otros, junto a Casio (José Luis Alcobendas). Agus Ruiz, Pau Cólera, Carlos Martos y Pedro Chamizo completan el potente conjunto, que se pasea en ocasiones por el patio de butacas. Los ocho dan mucho relieve a los pasajes, con firme presencia y sólida voz, y consiguen prolongados aplausos.

El grupo de senadores, enalteciendo la bandera de la libertad contra la tiranía y la ambición, planea el complot y el crimen como único modo, según se dice, para la salvación de la patria y la República. Las ambiciones en general no están ausentes y la guerra civil posterior está servida. Shakespeare, y ya lo dice el director y escenográfo del montaje en el programa de mano, no resuelve la duda de si la muerte de César fue un acto de justicia o un vil asesinato. La Historia demuestra que ningún poder funciona con el gran objetivo de lograr un mundo mejor y más justo. Los hechos cantan.

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