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La memoria de Suárez prefirió olvidar

La memoria y el cerebro de Don Adolfo Suárez, que es como se le debía llamar siempre, -con el Don delante- cuando alguien quiera referirse a su persona, no pudo aguantar tanto dolor. No pudo aguantar la muerte de su mujer que tanto le arropó y acompañó en los difíciles momentos para sacar adelante a un país que debía tomar un rumbo nuevo en lo político, en lo económico y en su estructura organizativa, ni tampoco la de su hija, ni la de un partido que le dio la espalda, y un país cuya memoria también resultó quebradiza cuando se olvidó de todo lo que había hecho por su país. Pero en España somos auténticos expertos para olvidar y dar la espalda a los buenos, a los que suman en positivo, a los que tienen que aportar en el desarrollo de nuestras instituciones y de la civilización. Somos unos genios en negar las valías de los buenos y así nos ha ido. En otros países, a personas como a D. Adolfo Suárez no le hubieran dejado irse de la política o de la actividad que estuviera desarrollando. Porque a las personas que suman siempre y no restan no se les puede dejar de lado. No se les puede envidiar y cuestionar como acostumbramos hacer en este país.

La memoria y el cerebro de D. Adolfo Suárez optó por olvidar antes de dirigirse hacia el rencor a un país y a una vida a la que tanto había dado y que nada más que le había respondido con palos, envidias, traiciones, malas caras y divisiones en lo que a él tanto le había costado unir. Aguantó como un valiente junto a Gutiérrez Mellado y a Santiago Carrillo de pie cuando se produjo el golpe del Estado y levantó a un país en un difícil momento político y económico. Pero a él lo bajaron enseguida cuando comenzaron las traiciones y las luchas por el poder que siempre han lastrado a este país.

Ahora comenzarán las condecoraciones, los reconocimientos a título póstumo y los parabienes de sus bondades y virtudes, pero como siempre ha sido y va a ser demasiado tarde. Porque me da la impresión que su familia sabe que le han dejado solo y que pocas personas han estado encima de lo que le pasaba, o le han visitado. Alguna por cumplir, pero nada más. Como decíamos antes, en otros países a este tipo de personas lúcidas, brillantes, inteligentes, con un sentido brutal de Estado los cuidan hasta la extenuación, porque son seres únicos, irrepetibles e insustituibles. Sí, insustituibles, porque algunas personas lo son. A la inmensa mayoría se les sustituye y ni se nota, pero a personas como D. Adolfo Suárez se les sustituye y el vacío es brutal. Pero así hemos llegado a lo que hemos llegado.

Y por eso el cerebro de D. Adolfo Suárez ha optado por cerrarse en banda e irse y llevárselo de aquí. Le ha dicho que había llegado el momento de irse, aunque a buen seguro que él se ha ido dando cuenta de lo que ha ocurrido. En su fuero interno, en alguna parte de su cuerpo, de su cabeza, de su cerebro siempre le habrá quedado algo que le hiciera recordar el daño que se le ha hecho y que ha provocado que su sistema haya dicho «¡Basta!». Ya no puedo más. Porque con tanto dolor personal y cerebral su cuerpo ya no podía más. Porque el dolor psíquico produce mucho más daño que el dolor físico. Es algo insoportable y los profesionales lo saben.

Y Don Adolfo Suárez ya no pudo aguantarlo más. Aunque nos seguirá viendo desde arriba. Allí donde las cosas se ven mucho más fácilmente y donde no hay traidores, ni envidiosos y sí solo personas que le querrán y cuidarán. Espero que él cuide desde allí por el país que sigue aquí con sus problemas. Un país que no estaría como está si hubiéramos cuidado a los Adolfos Suárez que existen en nuestro Estado. Pero a buen seguro que alguna mano nos echará. Aunque esperamos que su cerebro olvide el mal que la vida le ha hecho y el poco reconocimiento que a su valía se le ha reconocido. Descanse en paz Don Adolfo.

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