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MITOS Y LEYENDAS CASTIGAN A LA MUJER

Según el folclore judío, Lilith es una figura legendaria, la primera mujer de Adán. El mito cuenta que era rebelde, quizá porque a Jehová no se le ocurrió ponerle una costilla ajena, la de un hombre. Abandonó el Paraíso indiferente a las manzanas: «¿por qué he de acostarme debajo de ti?, yo también fui hecha con polvo y por lo tanto soy tu igual». Inconformista, valiente, huyó antes de que la expulsaran de malas maneras. Se trasladó, volando, convertida en bruja, al Mar Rojo. Allí tuvo amantes que, parece, eran verdaderos demonios, y engendró hijos con el semen que los varones derramaban, involuntariamente, cuando dormían. ¿Estaría Lilith presente en sus sueños eróticos?. En el Viejo Testamento se la menciona, fugazmente, una sola vez (la ropa sucia se lava en casa, en la intimidad).

En todas las religiones, en todas las culturas, la mujer está subordinada al hombre. Subordinada y castigada. La inevitable maternidad ha sido un factor determinante: el hombre partía a cazar, a la guerra, y la mujer tenía que quedarse con las crías cuidando del fuego, recogiendo hierbas medicinales. Pocos textos antiguos discriminan a la mujer como el Antiguo Testamento: «la mujer cuando concibiere y pariere varón, será inmunda siete días; conforme a los días que está separada por su menstruo, será inmunda... y si pariere hembra será inmunda dos semanas...». Si pariera niño siete días inmunda, pero si fuera niña, dos semanas. El doble, faltaría más. Desde el nacimiento ya comienza la discriminación. Ser mujer es ser menos. Por eso, en la primera oración del día los antiguos judíos recitaban lo dicho en La Torá y agradecían a Jehová el no haber nacido mujer. Eva no huyó volando como su antecesora, pero también es culpable por comer del fruto prohibido e invitar a su pareja. La consecuencia es harto conocida: expulsión del Paraíso, se acabó el dolce far niente y Adán tuvo que ponerse a trabajar.

Estos mitos milenarios, desgraciadamente, siguen vigentes de alguna manera y todos los 8 de marzo hay que volver a recordar que las mujeres aun no disfrutan de una serie de derechos fundamentales. El asesinato de mujeres, por el sólo hecho de serlo, se sigue produciendo de manera habitual en España y en todo el mundo (un 22% de las mujeres europeas es víctima de la violencia machista). Y ahora que en nombre de la crisis, la Gran Estafa, se recortan y eliminan servicios, el paro golpea particularmente a ellas que sufren, además, especialmente, la precariedad: no pueden enviar a los pequeños a las guarderías, se ocupan de los mayores, de los hijos y de otros familiares ancianos o que sufren minusvalías. A los bancos de alimentos son ellas generalmente quienes acuden, las que dan la cara, y soportan el estigma de la pobreza extrema. Podríamos decir que, como en los tiempos de Atapuerca, se siguen ocupando de mantener el fuego, pero, a diferencia de entonces, también tienen que proveer los alimentos para cocinar. Ya no se trata de arrastrar un bisonte para cocinar en la hoguera, ahora hay que empujar el carrito con la ayuda alimentaria proporcionada por Cruz Roja o Cáritas.

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