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Hay un momento en el que el virtuosismo instrumental se hace creativo por abrir posibilidades inéditas al instrumento. Lo que parecía un tope impasable en técnica y expresión se reduce a nivel conquistado y es punto de partida hacia un nuevo desarrollo. Paco de Lucía, que derribó muchos límites, siempre fue creador desde el espontaneísmo aparente y el don de la improvisación. El punto alcanzado en vida sigue siendo el estadío supremo en el arte de tañer la guitarra española. Ningún otro ha llegado a tanto ni puede competir con él en riqueza de variación, fantasía del discurso, potencia del ritmo y digitación fulgurante. Nos deja inesperadamente, con tan solo 66 años, cuando sus logros siguen siendo un sueño para los más grandes. Sobre todo, el logro de la perfección integral en un instrumento tan generoso para la dicción artística como rebelde a la articulación.

Fue el único creador/intérprete de origen y formación popular que ha merecido el premio Príncipe de Asturias de las Artes, suyo por derecho propio y universalmente reconocido. Su palabra estaba en el sonido, no en la teoría ni en las formulaciones académicas. En tiempos de adoración de records y campeonatos mundiales, ganó para la cultura española un prestigio sin parangón. El lenguaje del flamenco es el de todas las artes de largo recorrido histórico, que contienen mucho más de lo que muestran. Su inspiración y sus dedos descubrían diáfanamente los estratos de sabiduría superpuestos a lo largo de muchos siglos de comunicación inmediata de las exaltaciones, dramas y melancolías de nuestro pueblo y de muchos otros. Ajeno a cualquier mixtificación, transmitía como nadie la complejidad de ese legado trascendente y hacía del misterio de su música, renuente a la codificación, un idioma íntimo y tan directamente participable como el de la mejor poesía.

Del flamenco al jazz, con incursiones memorables en el repertorio clásico, Paco de Lucía fue un filósofo sin filosofemas, un oráculo. Celebrado por todos, conservó en la cima del divismo su verdad esencial: la del medium que descubre y entrega las claves de un lenguaje y un pensamiento esenciales con humildad y maneras de antidivo. Supo huir del mercado que uniformiza la expresión en pautas repetitivas, y, lejos de los circuitos comerciales, volvió siempre a la soledad y el aislamiento necesarios para recargar la sensibilidad y progresar en el dominio de su arte. Hizo así un acontecimiento de cada reaparición, de cada registro fonográfico. Sin un gesto de superioridad, sin desahogos de autocomplacencia, fue modélico en el compromiso de dar siempre lo mejor de sí mismo como pago del don recibido. Autenticidad y ambición sin puntos de llegada: un artista en la más noble y grande acepción.

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