Los primeros retratos del juez sobre el desmoronamiento de la Cam ya están sobre la mesa realizados al carboncillo que, como bien se sabe, abarca desde los más sutiles grises a los negros más profundos. Tras acumular trazos, su señoría ha destacado los perfiles presentándolos del siguiente modo: fianza de 1,9 millones y de 6,6 para Roberto López y Juan Ramón Avilés, respectivamente, por apropiación indebida, administración desleal y un delito societario, añadiendo un trazo grueso al segundo de los estampados por una sombra particular en torno a simulación de contrato. En la obra expuesta ayer se dejan entrever burdos instrumentos puestos en funcionamiento por el director general nada más coger el timón de la nave con vistas a tener al manojito de colaboradores cercanos más que contentos entregados y así, sin cortapisa de ningún tipo, poner rumbo a la vida padre. Sí, porque después de conocerse que el Banco de España calificó a otra que tal baila -Bancaja- de solvente por un tubo al mes de unirse a Caja Madrid camino del petardazo, tampoco podíamos esperar milagros de un supervisor que, no es que tuviera crédito, es que para muchos especialistas era el sumo sacerdote. Y, sin embargo, poco a poco, el hilo del que va tirándose nos pone ante el espejo de la gran mentira en la que los aprovechados fueron un cogollito y, los engañados, ciento y la madre. Al trasluz, sobre los perfiles dibujados se ciernen entre dos y dieciséis años siguiendo la senda emprendida, o sea a gastos pagados. En vista de lo acontecido, el presidente de la llamada comisión de control se ha hecho el ofendido y ha dicho que la manera de proceder de la Audiencia Nacional, enterándose los medios antes que él, le parece un conjunto de despropósitos. Sí, puede que esto sea jólivu. Pero no de ahora.