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Balas de goma en el estrecho

Ha vuelto a ocurrir, la tragedia ha vuelto al estrecho, cobrándose esta vez 15 vidas de inmigrantes que buscaban llegar a la desesperada al «paraíso». Durante muchos años, la Unión Europea ha querido que España ejerciera de Guardia Civil del sur. Ahora España ha establecido su propia cárcel-frontera.

Hubo un tiempo, aquel en el que España nadaba en la felicidad de la burbuja inmobiliaria, en que a los inmigrantes se les miraba con cierta estima, porque suponían mano de obra barata y una parte importante del PIB español. Llegaban en patera pero se les auxiliaba siempre que se podía, como manda la Carta de Derechos Humanos, y si lograban pasar la segunda frontera, la de los papeles, se integraban con facilidad y enriquecimiento para la sociedad española. Para muestra un botón, en Madrid, el tradicional barrio de Lavapiés, se ha convertido en un crisol cultural. Ayudó mucho la ley de regularización del último gobierno socialista.

Los dirigentes españoles y europeos tienen ahora miedo de sí mismos y rodean sus fronteras de alambradas. Mientras se producía la tragedia en las alambradas del Sur, se reunían en Cracovia los ministros de Interior de los seis países más poderosos de la Unión Europea, la cita se producía para reforzar las fronteras europeas, «con el objetivo de mejorar la lucha contra el terrorismo internacional, la inmigración irregular y la delincuencia organizada».

No sólo hay miedo, sino también ignorancia, se confunde al inmigrante con la delincuencia y la mafia organizada. Las tesis del ministro Fernández Díaz en su comparecencia en el congreso rayan el patetismo: la frontera ya no son vallas, sino los cuerpos de seguridad del estado. El ministro del interior ha desmentido al delegado del gobierno y al Director de la Guardia Civil, Fernández de Mesa, que mantuvo que no hubo disparos de goma y que amenazaba con querellarse al que contradijera su versión. Fernández de Mesa se ha ganado a pulso su destitución.

Los pocos inmigrantes que atraviesan las fronteras vienen marcados por las concertinas de las alambradas y a lo sumo consiguen un internamiento carcelario en un CIES. Ni siquiera llegan al sueño del trabajo precario, sólo reservado para los españoles. El sueño español se he desvanecido y países de Europa se plantean tratarnos como inmigrantes sin derechos, como acabada de ocurrir en la rica Suiza.

Las ONGs y Amnistía Internacional han pedido una investigación independiente en este caso, porque nunca antes se habían disparado balas de goma al agua. Los disparos y el miedo han podido producir 15 ahogados, porque el miedo, el frío y el agua es una terrible combinación.

Las ONGS también denuncian que los cuerpos de seguridad españoles devuelven a Marruecos a subsaharianos que consiguen saltar la valla y entrar en territorio español. La playa de la Ribera de Ceuta, que es española y no marroquí, ha sido escenario de una actuación como poco, muy deficiente. Lluevan las destituciones.

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