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Tormenta política en Navarra

Ha bastado que una ex directora gerente de Hacienda Tributaria en Navarra acuse en sede parlamentaria autonómica a la vicepresidenta y consejera de Economía y Hacienda, Lourdes Goicoechea, de solicitarle cierta información sobre determinados contribuyentes, supuestamente para favorecerles fiscalmente, para desencadenar una gigantesca tormenta política en Navarra que, por sus peculiares connotaciones, trasciende ampliamente el ámbito autonómico. La atomización del Parlamento Navarro no ha sido obstáculo para perfilar un consenso, sin el PP, de toda la oposición para poner una moción de censura al gobierno de UPN presidido por Yolanda Barcina, que sería la segunda de la legislatura al haber fracasado la anterior gracias a la abstención de los socialistas en aquel momento. Pero en esta ocasión el PSN, sorprendentemente, se suma a la iniciativa al extremo de dar un «ultimátum» a Barcina, no para que depure posibles responsabilidades en el seno de su gobierno, sino para que «ipso facto» dimita ella misma y convoque elecciones anticipadas, en caso de que una comisión parlamentaria «ad hoc» descubra en quince días la veracidad de los hechos denunciados.

El principal problema de la moción de censura, que al ser obligadamente constructiva requiere de un programa y un candidato a presidir el gobierno navarro, estriba en que para que prospere necesita el concurso del controvertido Bildu, además de otra serie de partidos con escasa representatividad, en cuyo programa está el objetivo de anexionar Navarra al País Vasco y el de un radicalismo independentista peligroso. Ni siquiera la promesa del secretario general del PSN, Roberto Jiménez, en el sentido de que no gobernaría con Bildu, sino que su hipotético gobierno sería «de gestión, de transición» con el objetivo de convocar elecciones anticipadas inmediatamente, ha evitado la tormenta política, dentro y fuera de Navarra, y dentro y fuera del PSOE. No en vano el recuerdo desgraciado del deplorable y nefasto «tripartito» catalán que, al final, propició la ruina del PSC y la gloria de ERC, con todo tipo de repercusiones negativas posteriores para el PSOE, pesa demasiado como para no temer una segunda versión en el País Vasco y Navarra, incluso con peores consecuencias.

Y es que, lamentablemente, el PSOE pone un circo y le crecen los enanos. Si no tuviera bastante con el PSC, ahora el PSN, con tan inoportuna iniciativa, le complica aún más la situación, cargando de argumentos al PP y a otros contrincantes políticos para desenmascarar sus incoherencias y la inconsistencia de su programa como alternativa de poder en España. Por ello, ante las exigencias del PP a Rubalcaba para que ponga orden en su partido, Elena Valenciano se apresura en desmentir que el PSN «vaya a ir con Bildu ni a la vuelta de la esquina y menos a una aventura política», dejando en manos de la comisión parlamentaria el futuro del asunto y la suerte de Barcina, que, según ella debiera dimitir ante su difícil situación. Pero, incomprensiblemente, su compañero Madina, uno de los que suenan para sustituir a Rubalcaba (quien, hasta ahora, no dice ni pío sobre el asunto navarro), manifiesta que Navarra merece «más respeto, un tiempo nuevo y en clave distinta», que, según UPN, sólo se puede entender como un tiempo de la mano de Bildu. Y Jiménez, por si no fuera suficiente, contesta a Valenciano que «en Navarra el partido soy yo»; más o menos como, en su día, Montilla en el PSC. En fin, de entrada, ya le han preparado a Elena Valenciano la campaña de las europeas.

Burda excusa descarada, según el PP y UPN, la razón esgrimida para presentar la moción de censura se cae por su propio peso. ¡Ojala fuera la erradicación de la corrupción la verdadera razón de un PSOE renovado! Pero se contradice con su actitud en Andalucía en cuya Junta su actual vicepresidente, Valderas, está siendo investigado por orden de la jueza Alaya, en relación con la trama de los ERE fraudulentos, sin que el PSA le pida que dimita y, mucho menos, que dimita Susana Díaz, la presidenta, o que simplemente lo cese.

No es creíble, lamentablemente, que por una denuncia en sede parlamentaria, que no en un juzgado ni ordenado por un juez, contra la vicepresidenta navarra, Goicoechea, el PSN no se conforme ni siquiera con pedir su dimisión (que ni siquiera exige a Valderas en Andalucía), sino que exija la dimisión de la presidenta Barcina y la convocatoria anticipada de elecciones. Una hipócrita vara de medir diferente que, como en otros muchos asuntos, desacredita el loable objetivo que argumenta, dando alas y argumentos a sus contrincantes políticos para, frente a sus propias miserias, hacer prevaler ante la opinión pública que no se entiende muy bien «a qué está jugando el PSOE», provocando en los ciudadanos una desconfianza que le impide sistemáticamente remontar las expectativas de voto respecto al PP, sobre todo si, como es el caso, hasta se puede intuir que, incluso desconociendo exactamente el juego, pudiera tratarse hasta de un juego bastante peligroso. Y bastantes peligros nos acechan como para, con semejantes frivolidades o errores garrafales, acrecentarlos o generar otros nuevos totalmente evitables.

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